Broma reveladora

Este relato lo escuché hace un fracatán de años de labios del talentoso y combativo colega Huchi Lora. El personaje protagónico está sentado en el sillón del barbero escuchando queja del fígaro sobre su mala suerte. --Si el Presidente de la República dispone que a partir de pasado mañana la pelada y la afeitada en las barberías serán aumentadas al doble de su precio actual, a mí me mata un infarto mañana para que no llegue a disfrutar de esa disposición gubernamental. --No exageres, porque está demostrado que todos sufrimos períodos en los que todo lo que emprendemos nos sale mal, desde un negocio que instalamos, hasta el cortejar a una mujer que nos rechaza, para luego caer rendida a los pies de un hombre más feo. --Una de las peores cosas que le pueden suceder a un hombre dominicano me ocurrió a mí hace hoy dos meses, y comenzó cuando tuve que viajar a un pueblo del Cibao, afectado de un catarrazo, donde una hermana cuyo marido estaba a punto de ponerse horizontal en atención. --¿Qué quiere decir eso? --Oh, sencillamente que estaba en su lecho de muerte. --¿Y murió? --No el mismo día que llegué, sino tres días después, y con el corredero de esos momentos difíciles, no tuve tiempo de avisarle a mi mujer de mi llegada en horas de madrugada. --Seguro que se asustó mucho cuando llegaste, porque lo más probable es que estuviera durmiendo. --Bueno, el espanto que se llevó cuando me vio por poco la deposita en el cementerio, y fue que la encontré en nuestra cama con otro. --¿Cómo dices? --Lo que oíste; la encontré con otro catarro peor que el mío. Al interlocutor del barbero le gustó la broma, y se la repitió al primer amigo que encontró, cuya respuesta no se hizo esperar. --Yo hacía tiempo que estaba por decírtelo, pero es peligroso hablarle a un macho criollo de que su mujer le está pegando los cuernos.