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Tiempo para el alma

“’Señor, socórreme’. Él le contestó: ‘No está bien echar a los perros el pan de los hijos’. Pero ella repuso: ‘Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos’”. Mt. 15: 25-27. Una de mis historias preferidas en los Evangelios es la de la mujer que ruega a Jesús salvar a su hija poseída por demonios. Él le mostró una aparente actitud de desdén. Ella era una extranjera, no era de sus seguidores, por lo que la puso en una situación incómoda con una extraña alegoría: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”. Ella, sin embargo, no se detuvo en la ofensa o el desprecio: “Tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. ¡Wow! ¿Cuál fue la conclusión? “Jesús le respondió: ‘Mujer, ¡qué grande es tu fe!; que se cumpla lo que deseas’. En aquel momento quedó curada su hija”. ¡De cuántas bendiciones nos habremos perdido por orgullo o por hipersensibilidad! La lección es sencilla: ante Jesús, ante nuestro servicio cristiano, vayamos sin prejuicios a cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Dejemos a un lado las ñoñerías, la soberbia, el orgullo, y superemos los límites que nosotros nos dejamos poner.

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