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El ACNUR también es culpable

Posiblemente fui de los primeros en conocer de la existencia clandestina de Joseph Rosario en el país. La denuncia la hizo Eusebio Mercedes, un exdirigente estudiantil, en una rueda de prensa en el local de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), en la UASD, dando a conocer el caso de un extranjero preso de manera secreta e ilegal en el Palacio de la Policía. Yo estaba ahí y casi no le di crédito a lo dicho por el joven Mercedes.

Pocos días después, la Policía reconocía que tenía en su poder a este hombre.

Por orden del presidente Joaquín Balaguer lo enviaron a Holanda, porque el joven, que prácticamente no hablaba nada de español, pero perfectamente holandés, decía que ese era su país de origen.

Luego fue regresado y lanzado de nuevo a este país como un apátrida. La prensa se hizo eco y durante meses se habló ampliamente de ello.

Freddy Beras asumió su caso y lo gritó a los cuatro vientos. El hombre decía ser médico. Vestía chacabana blanca y usaba espejuelos recetados. Era un hombre educado y coherente, cuerdo.

Don Rafael Herrera le dedicó varios editoriales. Radhamés Gómez Pepín duró varios años publicando su historia.

Nada ocurrió. Jamás apareció un dominicano que dijera que le conoce. Freddy hasta ofreció una recompensa para el que demostrara que le conocía.

Tampoco apareció nadie en Holanda ni en ninguna parte del mundo.

El hombre, como sucedería a cualquier otro, entró en un túnel oscuro, ante la impotencia que le generaba ver que nada ocurría, que ninguna autoridad actuaba. Duró más de dos años en la entrada principal de Listín Diario. Allí no se alimentaba, solo tomaba un té que él mismo se preparaba con yerbas que recogía.

No aceptaba ni dinero ni comida. Solo bebía eso y “vivía” debajo de unos cartones, no importa el clima. Voceaba una y otra vez “Balagueeeeerrr ladrooooón!”. En 1990 descubrió que Juan Bosch era muy popular –o alguien le convenció de que en lugar de mencionar a Balaguer, mencionara a Bosch–. Entonces decía “Boooschhhhh, ladrónnnnn! Boscccchhhh, traidoooooorrrrrr”. Su objetivo era llamar la atención, que alguien le notara.

Entablé cierta “relación” con el infeliz hombre. Intentaba pasarle algo de comer, pero jamás lo aceptó. Hablaba ya de modo incongruente. Pero reiteraba que era holandés.

Que él había sido testigo de un gran asesinato por parte de un funcionario importante de Holanda que pagó a un funcionario de aquí para que lo extrañaran de su país bajo el argumento de que debía ser dominicano por su apellido y fenotipo.

Más luego, Rosario se trasladó a la entrada de Color Visión y de los periódicos Hoy y El Nacional. Allí ha “vivido” por casi 20 años. En 2001 trabajé en ese periódico. Él había desmejorado en su condición mental, pero era manso entonces. Hablaba con todos y cada quien le pedía ‘diez pesos”. Si le decías que no tenías, te decía rápidamente “no problema, me lo debes”.

Hablaba con él cada vez que podía. Deliraba. Me mostraba en el cielo a la reina de Holanda, y afi rmaba que ella era la culpable, que iba montada en una bomba nuclear.

En aquel tiempo, 2001, escribí al ACNUR y a la ONU acerca de este caso. Lo hice varias veces, pero nunca me respondieron. Ellos, tan diligentes cuando se trata de politiquería o de haitianos en este país, en este caso nunca respondieron.

Esta es una historia única.

Él no es extraterrestre, pero siempre me he preguntado ¿cómo es que nunca ha aparecido alguien, siquiera una persona que le conozca en alguna parte del mundo? ¿Dónde está su familia, sus amigos, algún compañero de estudios? En esta Era de la Información, ¿cómo es que su historia no ha llegado a alguien que le reconozca? Joseph Rosario ha sobrevivido más de 27 años rodando en este país. Ha perdido hasta la cordura, la dignidad, la humanidad, pero lo que nunca ha perdido es la esperanza de que un día regresará a su hogar. Y cuando lo veo o pienso en él, me digo que en este país todos somos culpables de su tragedia, porque no nos ha importado, no hemos hecho sufi ciente para que él no muera como un indigente más, solo, abandonado de todos, para que él al menos regrese adonde pertenece.

En esta tragedia existen varios culpables a la vista, entre ellos el Estado dominicano, que al fi n y al cabo aceptó en nuestro país un ser humano sin documentos, que no conoce a nadie aquí, un acto ilegal, que bien debía ser condenado por esa acción inhumana. Al permitir a Rosario en nuestro país, se hizo cómplice del acto de secuestro de una persona, y lo ha dejado a su suerte, habiendo sido torturado en un hospital psiquiátrico dominicano, y hasta recibido un disparo de parte de un agente policial.

Pero el ACNUR es también culpable. Queda desnudo en su verdadero “interés”. Esa entidad de Naciones Unidas es muy beligerante cuando se trata de ciudadanos haitianos, que en su inmensa mayoría entran de manera ilegal y voluntaria a nuestro territorio, no como Joseph.

El ACNUR, a pesar de que el caso de este a todas luces ciudadano holandés ha sido publicado por diferentes medios de comunicación, y ha recibido cartas acerca del caso, nunca ha querido mirar, no se ha interesado en conocer acerca de la condición de este ser humano, el único verdadero apátrida que en estos momentos existe en nuestro país. El señor Álvaro Vargas Llosa tiene aquí una excelente oportunidad de justifi car el denodado interés que siempre ha puesto en los casos de ciudadanos “apátridas” en nuestro país. Un día de estos Rosario morirá y será enterrado en una fosa común, sin que nadie sepa jamás quién era este hombre.

Y con ello, sentenciaremos nuestra cultura de inhumanidad, de indiferencia, de falta de solidaridad, de amor al prójimo. Joseph se nos restrega en la cara una y otra vez, y no hacemos nada. Veremos cuánto dura postrado frente al Ministerio de Educación, y si tendrá tiempo de “emigrar” una vez más a otra institución, siempre clamando porque se le haga justicia.

EL AUTOR ES EDITOR DE DISEÑO DE LISTÍN DIARIO

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