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Desafíos estratégicos

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Julio Aníbal Fernández JavierSanto Domingo

Al inicio del presente año 2012 fue aprobada la Ley 1-12, sobre la Estrategia Nacional de Desarrollo para la República Dominicana 2030. La misma, que tiene su origen en la comisión creada por el presidente Leonel Fernández y presidida por el experto en desarrollo, el francés Jacques Attalis, define los problemas estratégicos que debe enfrentar nuestro país para alcanzar un estadio superior de desarrollo social y económico que lo coloque en el listado de los países desarrollados en el año 2030. Al margen de las consideraciones metodológicas, de las estrategias, metas, y objetivos que están, de manera teórica, planteadas en los diferentes capítulos del informe Atallis; ni del contenido sustantivo mandatario que contiene la indicada Ley 1-12, haciendo una reflexión ciudadana, fruto del análisis y de las vivencias de lo que sucede en nuestro entorno social, uno se siente tentado a resumir los problemas estratégicos de nuestro país, en los temas que abordaremos a continuación. La preservación del medio ambiente constituye una de las tareas o metas estratégicas principales para la preservación del espacio vital en que debemos desarrollar nuestras actividades. Dado el carácter de isla, con una limitada extensión territorial dotada de una área boscosa, donde nacen nuestros ríos, necesarios para la irrigación de nuestros campos agrícolas y el consumo humano, debemos preocuparnos por el cuidado de nuestros bosques, de nuestros ríos, y por otra parte, aplicar políticas públicas de control que disminuyen la emisión de dióxido de carbono, que tanta polución produce en las áreas urbanas de nuestra ciudades. Conjuntamente con el medio ambiente, otro desafío estratégico que se mantiene como una espada de Damocles en los hombros de nuestro país, lo constituye la inmigración descontrolada de ciudadanos de otros países a nuestro territorio. La República Dominicana cuenta con apenas cuarenta y ocho mil cuatrocientos cuarenta y dos kilómetros cuadrados y una población de diez millones de habitantes. La masiva presencia de inmigrantes haitianos, (cuya cantidad debe ascender a más de dos millones de ciudadanos), que han entrado ilegalmente en nuestro territorio, constituye una amenaza para la supervivencia en nuestro espacio territorial. Si no ponemos atención, de manera seria y responsable a esta problemática, tendremos serios problemas para combatir los males ancestrales que aquejan a nuestra sociedad. No es posible aplicar políticas públicas eficaces para la solución de los problemas del país, cuando tenemos que hacer frente a las necesidades suplementarias generadas por millones de inmigrantes haitianos viviendo en la ilegalidad y la marginalidad en nuestro territorio. Sobre esta misma problemática, otra migración que hace bastante daño es la penetración a nuestro territorio, sin ningún tipo de control, de profesionales del crimen de naciones sudamericanas, los cuales se dedican al tráfico de drogas, al secuestro; a la comisión de delitos bancarios, vía plataforma electrónica; al robo, el asesinato y otros crímenes. Esta migración, aunque menos masiva, es selectiva e igualmente dañina para la paz pública y la tranquilidad dominicana. Otro flagelo de gran peligrosidad para nuestro futuro lo constituye el narcotráfico y su secuela de crímenes. Las consecuencias de estos males lo sufre a diario nuestra sociedad. Secuestros y ajustes de cuentas a través de crímenes múltiples, constituyen el inventario de las actividades derivadas del tráfico, consumo y venta de drogas. Para reflexionar sobre el grave peligro que representa esta degradante actividad basta vernos en el espejo de las naciones hermanas, como la Colombia de los años noventa y del México contemporáneo, donde la secuela generada por esta tóxica actividad ha sumido a estos países en un baño de sangre que ha perturbado por mucho tiempo la paz y la tranquilidad de sus ciudadanos. Tenemos que continuar aplicando políticas públicas drásticas y firmes en contra de este cáncer social que amenaza la integridad de nuestras familias y de nuestro país. Otro desafío que no podemos dejar de mencionar lo constituye la desigualdad social y su consecuencia inmediata de exclusión social; deserción escolar y la subsiguiente dedicación a la delincuencia de una gran cantidad de jóvenes a los cuales nuestra sociedad no les ofrece ni la posibilidad de ingresar al mercado laboral, ni de continuar sus estudios por las precarias condiciones materiales de existencia por la que atraviesan sus hogares. El esfuerzo de las políticas públicas para la redistribución de la riqueza nacional (PIB) debe estar orientado a reducir la enorme brecha social que separa a las clases sociales de nuestro país. Los cordones de miserias que existen en las riberas de los ríos que bordean nuestras principales ciudades también son una expresión social de esa desigualdad. Basta el paso de una tormenta o la caída abundante de lluvia para que estas miserables condiciones de vida se pongan al desnudo. No podemos construir una sociedad a dos velocidades. Se hace imperativo, abordar como un problema estratégico, la enorme desigualdad social que caracteriza la sociedad dominicana en la actualidad. Finalmente, no debemos distraer toda la energía, la atención y toda la reflexión en problemas coyunturales, como el déficit fiscal y la Reforma Tributaria, de los cuales estamos seguros que saldremos airosos como lo ha logrado nuestra sociedad en otros momentos de nuestra historia. Abordemos como nación los verdaderos desafíos estratégicos, que a corto, mediano y largo plazo afectan y afectarán a nuestro país. Unamos nuestros esfuerzos y nuestras energías para que juntos busquemos soluciones para enfrentar la inmigración descontrolada hacia nuestro territorio, el narcotráfico, la preservación del medio ambiente y la desigualdad social generadora de enormes males sociales. Estamos en un buen momento para identificar posibles soluciones y crear el consenso necesario, que nos permita la implementación de políticas públicas efectivas, para la solución de estos graves problemas nacionales. No hay duda de que si así lo hacemos daremos una muestra de madurez democrática, y demostraremos que los dominicanos constituimos una sociedad que es capaz de unirse para enfrentar los grandes retos y desafíos que tenemos por delante para continuar por las sendas del progreso y el desarrollo, en democracia. El autor es Abogado y Máster en Ciencias Políticas.

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