Santo Domingo 20°C/20°C clear sky

Suscribete

IDEANDO

Pimentel, refugio del corazón

No queda nada en la memoria de mi pueblo. Ni el galope de los sudorosos caballos que llegaban agonizando al almacén de madera de los Lladó cargados de cacao. Ni los nombres de los personajes que perdieron la memoria esperando el tren que se fue para siempre. Ni las pequeñas aulas donde se quedó nuestra inocencia entre pupitres y hastío. Ni los amigos que se quedaron para siempre en la glorieta del recuerdo. En cada retorno lo confirmo : no queda nada en la memoria de mi pueblo. Ni los ríos, ni los aposentos vecinos, ni los apodos triviales; ni los conucos y sus ranchos, ni el humo ni el fogón, ni el olor a leña ni la hamaca del abuelo ni la intrepidez. No queda nada en la memoria de mi pueblo. Ni el silencio de la madrugada. Ni el ilán ilán que perfumaba los amaneceres de mi inocencia. Ni el barrio alegre de mi asombro, ni los cemíes ratoneros de la esperanza. En mi pueblo sólo encuentro extravíos y bachata. Los héroes de mi juventud ya no están. Ahora moran en los ayes de mi lamento. Los fríos fríos de mi infancia que llenaban de gloria los domingos se quedaron allá, frente a la iglesia del padre Santiago que llegó de Canadá. De ese pueblo sólo quedan estos enjambres de recuerdos y nostalgias como refugio del corazón. Dónde están esos rostros que fueron a las aulas de doña Josefina y doña Alicia, de Chucho y Sergia, de Zeneyda y don Ramón, de Anadina y Eleazar, dónde están esos muchachos que llenan de arruga estos recuerdos y alimentan esta pena.

Tags relacionados