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Contra la reforma

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Aunque soy una irreductible perredeísta, trato de mantener la sensatez y la lógica que tantas veces perdemos los políticos. Juzgo -intento hacerlo- los hechos y las acciones de mi entorno político-social dentro de ese marco de razonamientos. Por eso, creo que ningún gobernante, a menos que sea sádico y se sienta Nerón gozando entre las llamas, quiera hacer daño a sus gobernados. ¿Por qué va a quererlo, si la gobernabilidad está compuesta de buenas ejecutorias de los de arriba que satisfagan necesidades y aspiraciones de los de abajo? Un gobernante necesita, para sentarse cómodo y seguro en el Palacio, que por lo menos gran parte del cuerpo social del cual no es dueño, sino mandatario, comparte, o siquiera comprende, la justeza de sus medidas. Eso, evidentemente no se logra cuando después de un buen discurso optimista lleno de promesas, un gobernante, en este caso el presidente Danilo Medina nos toma de sorpresa al explicarnos el antitesoro que descubrió “después de”, y presentar como solución la neoliberal receta: una reforma impositiva regresiva y pro cíclica que el mismo califica de “trago amargo”. Esa reforma que se apellidó al principio como integral “se quedó desnuda toda” en su verdadera piel de dragón impositivo voraz. Su repudio por todos los sectores nacionales, partidos, ONGs, asociaciones, empresarios, sindicatos, ha producido una singular alianza, casi consenso, que no veíamos hace tiempo en nuestro país: una especie del “Todos a Una” de Fuente Ovejuna. ¿Le conviene al presidente Medina, todavía dentro de los 100 días de gracia que la tradición le concede, que asome un temprano desencanto, que crezcan justas iracundias, razones abundantes para el desasosiego social? Obviamente, no. Y él, que es un político cauteloso, que manejó SU TIEMPO con destreza, debió medir cada paso. Fueron imprudentes las precipitaciones con las que abortó el compromiso con el Consejo Económico Social para alcanzar el Pacto que iniciaría una nueva historia después de los ocho años de cesarismo absolutista. Asumir la responsabilidad de esta reforma, para pagar platos que otros rompieron, no es sadismo; en ese caso, parece masoquismo, y podría costarle caro al actual presidente. Para marcar la diferencia y porque la democracia demanda no solo de votantes, sino de ciudadanos/as a los que se les debe respeto, debió escucharse al pueblo, su voz es la de Dios, como dice el sabio proverbio. La llegada de los representantes del FMI, agorera presencia que anuncia un próximo préstamo, la deuda que alcanzará a tragarse la mitad del PBI del país, atiza el fuego ¡Y aún se anuncia desenfadadamente que en 2013 vendrá otra reforma, la eléctrica, que pagaremos los usuarios exhaustos! Estamos en las postrimerías de este proceso de aprobación del paquetazo impositivo que el Congreso refrendó complacientemente, renegando de su independencia como Poder del Estado y de su condición de colectivo representante de sus electores La excepción, los diputados perredeístas, y algunos de otra afiliación que se respetan. Las consecuencias de esta reforma se sentirán duramente sobre todo desde enero, precarizando las condiciones de vida de las capas medias y de los pobres. Como la historia marcha hacia el 2016, y la memoria colectiva a veces falla, es bueno dejar constancia de cuál es la posición del PRD, contenida en la propuesta que se entregó personalmente al Ministro de Planificación, Economía y Desarrollo del gobierno. Rechazamos la reforma peledeísta, y en su lugar proponemos el ahorro en el gasto público, en los renglones golosos de los salarios altísimos de funcionarios, la eliminación de las nominillas de la vagancia, y la supresión de cargos de diplomáticos que viven aquí, pero cobran en euros o en dólares. Como socialistas democráticos, sabemos que los impuestos no son malos en sí. Se clasifican, de acuerdo a sus diferentes impactos en los niveles de igualdad o desigualdad de las sociedades. Los impuestos de la reforma aprobada, al reducir la capacidad de las empresas de crear empleos, aumentarán la desigualdad en República Dominicana, el país con más desigualdades en el continente. Ergo, estos impuestos sí son malos y el PRD los rechaza, en nombre del Socialismo Democrático. Lo advertimos a tiempo. Hicimos la propuesta alternativa. Acompañamos a la sociedad civil en la protesta. Ahora, ¿qué nos queda? Dios, el pueblo, la oposición política y el Poder Ejecutivo, vamos a darle un chance todavía, tendrán la respuesta.

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