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Espiritual y ecológico

“Sólo una profunda revolución espiritual podría salvar a la humanidad de un colapso irreversible” (John Seed).

"Laudato si". La tierra, nuestra casa común, «es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos». Papa Francisco en su encíclica sobre el cuidado de la casa en común: Laudato si.

"Laudato si". La tierra, nuestra casa común, «es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos». Papa Francisco en su encíclica sobre el cuidado de la casa en común: Laudato si.

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Fray José María GuerreroSanto Domingo

Los siglos XX y XXI han sido testigos del mayor daño ecológico que jamás se haya registrado en los anales de la historia. El grito de la madre tierra es urgente y está dirigido a su dueño y creador Dios: “Señor, sálvame de tus hijos, los humanos”. El planeta puede y debe ser salvado de la maldad humana y el medio más rápido para lograr la meta es espiritualizándose.

No nos cansamos de repetir que solo una conciencia mística es auténticamente global, planetaria, holística y ecológica. Una persona espiritual está siempre conectada a Dios, a sí misma, a los demás y a la creación; una persona espiritual camina siempre en el bien, en la luz, en la verdad y en la paz; una persona espiritual jamás daña la madre tierra que le da cobijo, protección y sustento.

Sólo una persona espiritual penetra el sentido profundo de la madre tierra y la ama en su verdad natural como un hermoso don del Creador. Lo que más necesita la humanidad es una gran revolución espiritual, una superdosis de espiritualidad para que no colapse. Necesitamos hombres y mujeres iluminados, iluminadas, que provoquen un salto cualitativo en la conciencia colectiva de la humanidad y ésta vuelva a su centro fundacional y convergente que es Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo.

ïOración ecológica Padre infinitamente bueno, infinitamente Santo, infinitamente Amado.

Tú eres el creador de todo cuanto hay y de todo cuanto existe y todo lo que procede de tu bondad eterna es bueno. No sólo has creado el universo, sino que lo sostienes en el ser por tu providencia amorosa.

Tu hijo amado cuando vino a redimir a la humanidad sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos. Hoy te pedimos, amado padre, que sanes a una de tus creaciones amadas: el planeta tierra. Está muy enfermo. Todo está contaminado: El agua, el aire, la capa de ozono. Desaparecen los bosques; la tierra padece de fiebre alta; está caliente.

¡Oh, amado Padre sana a la tierra que está enferma por la avaricia y la sed de consumo y confort de tus hijos e hijas. Perdona nuestro pecado ecológico y mira con ojos de bondad a este hermoso planeta azul que tú creaste para la humanidad y que ahora la misma humanidad destruye.

Amado Padre, que tu poder sanador se manifieste sobre la faz de la tierra y todo el planeta sea purificado y llevado a su armonía primordial.

También te pedimos que sanes el corazón de tus hijos y de tus hijas para que aprendamos a convivir en armonía, sin dañar ni perturbar el ritmo equilibrado de nuestra madre tierra. Amén.

"Laudato si" La encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común. La encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco, ´Laudato si’, mi’ Signoreª, que en el Cántico de las creaturas que recuerda que la tierra, nuestra casa común, ´es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazosª (1). Nosotros mismos ´somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restauraª.

(+) PASOS PARA ESPIRITUALIZARSE PROPONEMOS EL CAMINO CATÓLICO: -Decir durante todo el día esta jaculatoria: Abba, Bendito y Alabado.

-Hacer una hora diaria de meditación orientada hacia tu condición de hijo o hija de Dios. Por ejemplo: Dios es mi Padre y me ama. Yo soy su hijo(a).

-Un compromiso vinculante por caminar siempre por el sendero del bien, de la luz, de la verdad y de la paz.

-Un reconocimiento sincero de la dimensión obscura de tu existencia fruto del pecado y saber que sólo Jesús, el hijo del Dios Vivo, puede liberarte de tus dos alienaciones esenciales: el pecado y la muerte.

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