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PATRIMONIO

Una capital prehistórica situada en San Cristóbal

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Virginia Rodríguez G.Santo Domingo

Desde hace cuatro años, cuando se abandonaron los trabajos de habilitación que empezó la Secretaría de Medio Ambiente, las cuevas del Pomier o cuevas de Borbón están cerradas al público. Dicen los antiguos guías que antes el lugar llegaba a recibir hasta 500 visitantes en un fin de semana y que todavía llegan con frecuencia algunos que no están al tanto de la situación. Por guardar alrededor de 6,000 pictografías y petroglifos, así como restos humanos y de animales que poseen interés arqueológico, el complejo de 55 cavernas que conforman la Reserva Antropológica Cuevas del Pomier ha sido propuesto a la UNESCO para ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Además, los habitantes de la zona abogan para que la sección de Borbón, con sus ocho municipios, sea declarada Capital Prehistórica de las Antillas, como una manera de promover su desarrollo turístico y garantizar su protección. “Solamente en la cueva número uno hay más pictografías que en todas las Antillas juntas”, asegura Carmen Santos, antigua guía turística y actual secretaría del Fondo Cultural de la Capital Prehistórica (FCCP), organización conformada hace cinco meses por representantes de los ocho parajes de Borbón y de sus principales organizaciones comunitarias, profesionales y religiosas, para contribuir con el desarrollo comunitario. El FCCP reclama que el gobierno finalice la habilitación de la cueva uno que inició en 2003, durante la gestión de Hipólito Mejía. “Una construcción que dure cuatro años sin hacerle nada, se destruye. Cuando se pararon los trabajos, supuestamente se necesitaban 500 mil pesos para terminar la primera etapa. Ya hoy se necesita un millón 600 mil para terminar esa misma etapa”, afirma Daniel Castillo, presidente del la organización. Pero el proyecto del FCCP de convertir la sección de Borbón en Capital Prehistórica de las Antillas va mucho más allá de la simple habilitación y reapertura de las cuevas. Domingo Abreu, arqueólogo, presidente del Espeleogrupo de Santo Domingo y asesor del FCCP, explica que la propuesta incluye la transformación arquitectónica de las comunidades que rodean la Reserva, con el objetivo convertir el área en un centro de turismo cultural y ecológico. Para ello, el Estado tendría que asumir la construcción de calles, un acueducto, un sistema de electricidad, un sistema sanitario y una serie de edificaciones para el manejo de las Reservas, inversión superior a los mil millones de pesos, según los cálculos de Abreu. El FCCP, a su vez, se encargaría del desarrollo comunitario, para que el movimiento económico sirva para mejorar las condiciones de vida de la población de Borbón y para elevar su nivel cultural y educativo. Con esta tarea ya han empezado. En un centro inaugurado por el FCCP en Pomier, a menos de un kilómetro de la entrada principal a las cuevas, ya hay instalado un grupo de computadoras donadas por el Indotel, una pequeña librería, un centro de asistencia médica, un área de recreación infantil y una mini exhibición de restos arqueológicos y fotografías de pictografías. Beneficios“Su ubicación en la periferia creciente de San Cristóbal y a tan sólo 30 minutos de la capital, lo convierten en un proyecto de altísima importancia para la economía, la recreación y el afianzamiento cultural de la región”. Así se refiere al proyecto de la Capital Prehistórica de las Antillas el arquitecto Marcos Barinas Uribe, quien participó en la elaboración de un Plan de Ordenamiento Territorial y un Plan de Manejo del parque que agruparía el complejo de unas 28 cavernas del Pomier. Desde su punto de vista, la iniciativa beneficiaría al turismo nacional, al generar una oferta diversa, y contribuiría al desarrollo local de San Cristóbal. Para Abreu, sería la garantía de una protección definitiva para el patrimonio rupestre que guardan las cuevas, amenazado en años pasados por los trabajos de las compañías mineras que operan en el sector. “Ya la comunidad sabe lo que tiene”, afirma Castillo, oriundo del Pomier, quien cuenta que para sus padres y abuelos las cuevas eran simplemente un refugio en tiempo de huracanes. El desconocimiento del valor cultural que tenían permitió que las pictografías fueran maltratadas por gente que rayaba en las paredes. Ahora la comunidad se ha concientizado, asegura Castillo. “Todos conocemos lo que tenemos, lo apreciamos y lo cuidamos”. UN RECORRIDO POR OTRO MUNDO Los trabajos de habilitación de la cueva número uno del Pomier que se empezaron en 2003 incluían la construcción de un camino encementado, con luces, paneles informativos y exhibición arqueológica. En el recorrido, que se haría acompañado de un guía, se visita el área donde entró Sir Robert Schomburgk, primer europeo en reportar la existencia de las cuevas en 1949. Se pasa también por la sala de la Cohoba, llamada así por la cantidad de pictografías relativas a ese ritual taíno. En cierto punto, se puede observar un enterramiento humano original, y allí donde la textura del techo se hace distinta, el guía deberá explicar el proceso de formación de las cuevas. “Cuando los visitantes salen de la cueva, sienten como si hubieran salido de un mundo diferente”, dice Daniel Castillo, nacido y crecido en Pomier, y hoy presidente del Fondo de Cultura de la Capital Prehistórica. La habilitación, sin embargo, está detenida desde hace años y hasta que no se concluya las cuevas permanecen cerradas al público.

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