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Haití, el gran desconocido

La prensa dominicana y haitiana reflejan tópicos sobre las relaciones domínico-haitianas

En Haití, para tomar el teléfono la gente dice “aló”, igual que en República Dominicana. Y si de comunicarse se trata, a unos pasos de usted siempre habrá un niño o un joven facilitándole el servicio: tarjetas de llamada para usar en un teléfono de antena que llevan en la mano. De esta forma podrá hablar a cualquier punto del país y hasta darse un paseíto. Los haitianos bailan muy bien el merengue y la bachata; no obstante, prefieren su propia música: el kompa, un ritmo acompasado y alegre cuyo baile se concentra en las caderas. Es la música que escucha todo el mundo, desde el más intelectual hasta el menos educado. Tal vez de las pocas cosas que pueden cohesionar a un pueblo hendido por marcadas diferencias sociales. Pero esas cosas sólo las sabe quien las ve, porque la prensa no habla de ellas. En realidad, los medios de comunicación reflejan otros asuntos: la inmigración haitiana, la situación de la frontera, el intercambio económico y los conflictos protagonizados por haitianos o sus descendientes. Fuera de eso, ¿qué más se conoce del país vecino? Si no se puede viajar a un país, y se desea conocerlo, las personas acuden a las publicaciones. Pero si éstas se limitan a reflejar tan sólo una parte de la realidad, entonces el conocimiento es trunco. Ese fue el planteamiento que se hizo el Grupo de Apoyo a Refugiados y Repatriados (GARR), cuando propuso un estudio a dos agencias de prensa alternativas. Les pidió analizar las tendencias informativas de los medios de comunicación de República Dominicana y Haití y confirmaron sus sospechas: fuera de lo relativo a las relaciones fronterizas, la migración y el intercambio comercial, es muy poco lo que un país conoce del otro, y encima, se le adoba con informaciones cargadas de prejuicios que vienen desde muy atrás. “La relación domínico-haitiana se ve en restrospectiva y no en perspectiva”, plantea el estudio, aún no publicado, realizado entre la agencia dominicana Espacio Insular y el Grupo Medialternatif, de Haití. Los acontecimientos históricos del siglo XIX siguen enarbolándose como barreras que impiden la comunicación entre los dos países. Se recurre a la defensa de la nacionalidad y los valores patrios, amenazados por la presencia masiva de haitianos, además de presentárseles como una carga para el Estado dominicano, argumentando que recrudece la pobreza en el país, mientras se habla de que ambos pueblos poseen culturas diferentes que los dividen, aunque los reportajes culturales sobre la vecina nación fueron nulos, según se reporta. Los periódicos dominicanos reproducen en sus páginas “una versión estereotipada de un Haití en permanente estado de violencia, inseguro”, plantea José Luis Soto, de la organización Espacio Insular. “La mayoría de los contenidos marcan una tendencia a no contribuir a mejorar las relaciones”, añade. Si se parte de la Encuesta sobre inmigrantes haitianos en República Dominicana, realizada por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), en el año 2004, conceptos como la cantidad de inmigrantes, el desplazamiento de la mano de obra nacional, el estatus legal y aspectos etnoculturales de los haitianos y las relaciones sociales dominico- haitianas, contradirían mucho lo que la prensa refleja en sus páginas. Mientras los medios advierten de la presencia de entre uno y dos millones de haitianos en el país, la encuesta encontró que hacia el 2002 la cifra de haitianos residentes, entre adultos y niños, era realmente de 400 mil. En tanto que las características de estos inmigrantes ha cambiado mucho en relación con las migraciones que tuvieron lugar en el pasado siglo, motivadas por el auge de la industria azucarera. La mayoría de ellos posee documentos de identidad que los identifica como haitianos, ya sean actas de nacimiento (82.9%), cédulas (62.3%), actas de bautismo (65.7%) y pasaporte haitiano (36.5%). “Cuando se dice que los inmigrantes haitianos son indocumentados, no es una afirmación correcta en todos los sentidos, pues la nueva inmigración cuenta con un porcentaje no despreciable de haitianos que cuentan con papeles de identificación de su país. Ellos se encuentran en situación irregular porque no ingresan con permisos legales ni al llegar reciben una documentación que los acredite como extranjeros con permiso de trabajo en el país”, explica el informe de OIM/FLACSO. Más sobre el estudio Los medios frente a las relaciones binacionales El estudio solicitado por el Grupo de Apoyo a Refugiados y Repatriados abarcó el período marzo 2004- marzo 2007; durante esta época, el tema de las relaciones dominico -haitianas estuvieron muy presentes en la prensa de ambos países debido a varias coyunturas sociales y políticas: la salida forzada del presidente haitiano Jean Bertrand Aristide, el ascenso al poder del presidente Leonel Fernández, la aprobación de la nueva Ley de Migración y las repatriaciones masivas de haitianos que tuvieron lugar en este período. Los medios nacionales analizados fueron Listín Diario, Hoy, El Caribe, Diario Libre y El Nacional, por su incidencia en la opinión pública. Mientras se acusa a los inmigrantes haitianos de desplazar la mano de obra dominicana, el estudio demuestra que las labores aceptadas por los haitianos son aquellas que el dominicano rechaza por mal remuneradas o por carecer de estabilidad o seguridad social.La nueva cara de la migración haitiana es joven, entre los 17 y 40 años. Se trata de una población con niveles de escolaridad que superan los de la población haitiana en su país de origen, contrario a los grupos inmigrantes del pasado siglo. La principal motivación para cruzarse a este lado es el deseo de ayudar a sus familias, respondieron la mayoría de los encuestados.La mayoría de ellos expresó su deseo de regresar a su país, de donde salieron por razones de pobreza y desesperanza. Otro de los tópicos a los que recurre la prensa dominicana es aquel referente a las relaciones entre dominicanos y haitianos, donde los conflictos y episodios de violencia protagonizan la mayoría de las informaciones que salen en los medios. “Haitiano mata a un dominicano” es un titular común. La encuesta, no obstante, refleja una buena relación entre los ciudadanos de ambos países. Los haitianos contestaron que sus relaciones con compañeros de trabajo dominicanos, son muy buenas (45.8%) o sencillamente buenas (44.5%). Sobre el trato recibido por los dominicanos, los haitianos residentes en el país también se refieron en buenos términos. El 71.2% dijo no haber sido ofendido nunca por motivo de origen tanto en el barrio como en el trabajo, aunque el resto sí recibió ofensas.Para los realizadores del estudio, la sensibilización de la prensa de ambos países se hace urgente para mejorar las relaciones entre los dos países. También la eliminación de los tópicos y los prejuicios, así como el lenguaje discriminatorio y excluyente. El estudio favorece los intercambios culturales y llama a los periodistas a ir más allá de las informaciones que ofrecen las agencias de prensa internacionales, a contrastar las informaciones, tener lazos profesionales con el país vecino y hacer un abordaje desapasionado del tema de las relaciones dominico-haitianas. Desde el lago Azuei, en la frontera sur con Jimaní, Haití se vislumbra como un país lleno de riquezas, muy a pesar de lo que se conoce al otro lado de la isla. El azul del lago y el verde de la montaña compiten por deslumbrar al visitante. En el trayecto se desmontan los prejuicios. La oficina de migración haitiana es limpia y ordenada. Cuando se la abandona, el azul acompaña al visitante la primera parte del camino, poco antes de entrar a Font Parisien, y durante el resto las montañas hacen de edecanes. El viento es seco y polvoriento, no obstante. Es difícil conocer un país cuando se tiene una agenda estricta y apretada, pero se trata de aprehenderlo así sea desde la guagua. Es la hora del ocaso y el sol tiñe de naranja algunas nubes. Luego, la luna llena se adueña del paisaje y se hace reina de la noche. Junto a una ponchera llena de panes, una niña saca cuentas en su pequeño cuaderno. De otro lado, los resultados de la encuesta OIM/FLACSO demuestran un profundo desconocimiento de la comunidad haitiana residente en el país, sostenida sobre pilares de prejuicios y malas informaciones. La encuesta aborda en uno de sus puntos el sentido de pertenencia de los haitianos residentes en el país, y como se autodefinen: fieles (96.3%), apegados (92.1%) y orgullosos (86.8%). “Ni los sentimientos de desprecio, vergüenza, confusión, refuerzan el sentido de pertenencia al grupo nacional de procedencia”, señala el estudio. Ascendiendo a las montañas La camioneta inicia el ascenso hacia Kenskoff, una población ubicada a 2,800 metros sobre el nivel del mar, al este de Puerto Príncipe. La subida está poblada de curvas y flores amarillas. Los tap tap suben y bajan repletos de color, de personas y de sacos con mercancía agrícola que producen los habitantes de la zona. Es un lugar tranquilo. En algunas laderas puede verse el desmonte de algunas montañas, donde en vez de árboles hay lujosas casas. Pero también se aprecian las pequeñas estructuras de palo y cartón donde vive el ciudadano común. También se aprecia un cambio en la temperatura.Los visitantes se dirigen al mirador Montilliers, desde donde se observar la ciudad de Puerto Príncipe en toda su inmensidad. Allí le esperan los artesanos, ofreciendo toda suerte de souvenirs, desde cofres de madera tallados y representaciones de escenas rurales, hasta mujeres de piedra y collares hechos de materiales naturales. Hay que regatear cuanto se pueda, pero antes, asegúrese de entender la moneda haitiana: por un lado, los gourdes y por el otro, el dólar haitiano, moneda imaginaria con la cual se efectúan la mayoría de las transacciones. ¿Cómo entenderlo? Multiplique por cinco cuando le digan el precio en dólares haitianos, y pague el equivalente en gourdes, la moneda nacional.No hay mucha diferencia entre el peso dominicano y el gourde, así que podrá calcular fácilmente y darse cuenta de que, si sabe regatear, la artesanía no es cara. Los vendedores aceptarán posar para la foto con una gran sonrisa, a diferencia de la ciudad, donde la mayoría se muestra huraña. Vestigios de la dictadura, refieren los guías. No puede irse de Haití sin probar su famosa cerveza, Prestige, medalla de oro en el año 2000, como la mejor cerveza del mundo, así como el Barbancourt, el ron nacional. Tampoco puede dejar de visitar Champs de Mars, la mayor plaza de la ciudad.Desde el fondo de la vasija una lumbre mantiene caliente la mercancía. El chofer haitiano es rápido hasta la temeridad, y se hace dueño de las calles, siempre que los intensos tapones no se lo impidan. Es por ello que los motoristas y pasoleros no son comunes en la ciudad. Algunas zonas están poco iluminadas. Los problemas de electricidad también les afectan. Atravesando Petion Ville, algunas tiendas cuelgan luces navideñas.El lugar es muy parecido a Bella Vista, en Santo Domingo. Pero también hay otros sectores parecidos a la Zurza, a Villa Mella. Nada sorprende al visitante que reconoce el paisaje como propio, aunque nunca haya estado allí. En Puerto Príncipe siempre hay que mirar hacia arriba, pues el paisaje se alza hasta el cielo. A medida que avanza la mirada, se van apreciando los grandes contrastes de la ciudad. Construidas con cualquier tipo de material, las casas se apiñan una sobre otras, como en las favelas de Brasil. Arriba, siempre arriba. Hacia allá se han desplazado los ricos pertenecientes a una poderosa diáspora que se ha encargado de dinamizar el sector de la construcción, según refieren los guías.Hermosas mansiones contrastan con casas de concreto que ni siquiera han podido ser empañetadas. A las 8 de la noche se detiene la vida para quien no tiene vehículo propio. Es díficil conseguir una tap tap, como le llaman a las camionetas del transporte público, o un taxi a esas horas; y el visitante dominicano debe ajustar su reloj, porque en Haití corre con una hora menos. Fuera de esta diferencia, el recién llegado percibe que pocas cosas diferencian a ambas naciones, aunque al Oeste de la isla, tristemente, haya mucha más pobreza. Ascendiendo a las montañasLa camioneta inicia el ascenso hacia Kenskoff, una población ubicada a 2,800 metros sobre el nivel del mar, al este de Puerto Príncipe. La subida está poblada de curvas y flores amarillas. Los tap tap suben y bajan repletos de color, de personas y de sacos con mercancía agrícola que producen los habitantes de la zona. Es un lugar tranquilo. En algunas laderas puede verse el desmonte de algunas montañas, donde en vez de árboles hay lujosas casas. Pero también se aprecian las pequeñas estructuras de palo y cartón donde vive el ciudadano común.También se aprecia un cambio en la temperatura. Los visitantes se dirigen al mirador Montilliers, desde donde se observar la ciudad de Puerto Príncipe en toda su inmensidad. Allí le esperan los artesanos, ofreciendo toda suerte de souvenirs, desde cofres de madera tallados y representaciones de escenas rurales, hasta mujeres de piedra y collares hechos de materiales naturales. Hay que regatear cuanto se pueda, pero antes, asegúrese de entender la moneda haitiana: por un lado, los gourdes y por el otro, el dólar haitiano, moneda imaginaria con la cual se efectúan la mayoría de las transacciones.¿Cómo entenderlo? Multiplique por cinco cuando le digan el precio en dólares haitianos, y pague el equivalente en gourdes, la moneda nacional. No hay mucha diferencia entre el peso dominicano y el gourde, así que podrá calcular fácilmente y darse cuenta de que, si sabe regatear, la artesanía no es cara. Los vendedores aceptarán posar para la foto con una gran sonrisa, a diferencia de la ciudad, donde la mayoría se muestra huraña. Vestigios de la dictadura, refieren los guías.No puede irse de Haití sin probar su famosa cerveza, Prestige, medalla de oro en el año 2000, como la mejor cerveza del mundo, así como el Barbancourt, el ron nacional. Tampoco puede dejar de visitar Champs de Mars, la mayor plaza de la ciudad.

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