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Tertulias literarias

A propósito de que en la Plaza de la Cultura se estará celebrando hasta el primero de mayo la vigésima versión de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo, me ha parecido agradable que, por primera vez, una mujer sea responsable de la organización. La periodista Ruth Herrera ha asumido con entusiasmo este reto profesional y personal, que sin duda le dejará grandes enseñanzas y del cual estamos confiados saldrá airosa, por los conocidos dones profesionales y humanos que la adornan. Entre las novedades que Herrera ha planteado, se encuentra la incorporación de una serie de conversatorios orientados a educar sobre las tertulias literarias, con el interés de motivar a la creación de grupos para fomentar el hábito de lectura. Y es que en definitiva, la lectura compartida tiene sus encantos y es un escenario ideal para el crecimiento individual y colectivo… ¡y vaya que se aprende! No solo del contexto propio de la lectura, aprendes sobre respeto, inteligencia emocional, humildad y sobre todo paciencia. Una vez pertenecí a una comunidad de lectura en pareja. Un concepto interesante porque ofrece la oportunidad de generar, en tu propia casa, un ambiente de complicidad para intercambiar pareceres sobre lo que se está leyendo. Cada quince días nos reuníamos para conversar sobre el libro seleccionado. La elección no obedecía a ninguna regla, por lo que leíamos desde novelas, cuentos, poemas, historia, libros eróticos, hasta literatura religiosa. Hasta ahí, todo iba bien. El conflicto surgía cuando alguien no estaba de acuerdo con un planteamiento y los demás pensaban lo contrario. Muchos factores influyen para llegar a una conclusión sobre un punto específico: experiencias, cultura, estado de ánimo… en fin se puede leer el mismo libro en situaciones diferentes y opinar de manera distinta. En una ocasión estuvimos leyendo un devocionario bíblico que invita a la esposa a pasar horas orando por su vida matrimonial. Ella se consumía en la habitación mientras el esposo continuaba con una serie de acciones que la hacían sentir infeliz. En el debate muchas esposas estuvieron de acuerdo con la actitud de la protagonista de la historia. Otras, entre las que estaba yo, visualizábamos una mujer carente de amor propio. La discusión se tornó bastante acalorada y el moderador tuvo que tomar medidas extremas. Al siguiente encuentro fue necesaria una disculpa colectiva. Esa noche no llegamos a ninguna conclusión pero todos aprendimos sobre la importancia de respetar las opiniones ajenas. Con el tiempo, y por razones diversas, el grupo desapareció. Ahora que se siente un despertar de esta corriente de lectura compartida, quizá sea buen momento para retomar las tertulias e invitarte a formar un grupo, así hacemos provecho de las ofertas de la feria para adquirir algunos buenos ejemplares. Mi único consejo es que trates de no iniciar con un tema religioso. ¡Hasta el lunes!

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