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CRÓNICA LIGERA

¡Lección de vida!

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Ana Mercy OtañezSanto Domingo

Unos días fuera del país me bastaron para desconectarme, descansar y encontrarme conmigo misma... Amo viajar, es una pasión que llevo dentro porque me permite conocer, al tiempo que puedo reencontrarme con familiares y amigos... Recorrer otro país es la mejor forma que he podido descubrir para escapar de mi rutina laboral. Sin embargo, al llegar y tener que retomar mis labores profesionales la violencia y la delincuencia me dieron una dura bienvenida. Convivo entre informaciones locales e internacionales, al día nos llegan las más duras, trágicas e irreprochables noticas. Una que otra nos lastiman el alma, las positivas nos levantan el ánimo, pero esas casi siempre hay que salir a buscarlas, porque no abundan. Reincorporarme al trabajo esta semana ha sido difícil y doloroso, me consternó el caso de Delcy Yapor, solo por citar uno de los tantos ocurridos esta semana. Delcy, era una mujer a la que no conocí, pero que su muerte me ha dejado una gran lección. Desperté con las imágenes del incidente, un vídeo que se volvió viral y del que no entendía absolutamente nada, que no me cansé de mirar y que solo pude entender después de escuchar la versión de las autoridades. Lo que a ella le pasó pudo sucederle a cualquiera de nosotras, sí, porque ella era de esas mujeres que no tenemos horario para emprender el camino laboral o de aquellas que ponemos nuestras facilidades al servicio de los demás. Su muerte como la de cualquier ser humano que ocurra de esa forma siempre nos impresionará, su caso es simplemente el que rebosó la copa de lo que a diario vivimos. Con ella se alborotaron las expresiones de rabia, dolor e impotencia que muchos dominicanos guardamos y que gracias a las redes sociales podemos expresar. Lamento que ella tuvo que partir para enseñarnos a través de su muerte y de la actitud de su familia que es ser un verdadero cristiano, que es tener a Dios en su corazón y como debemos comportarnos los que obedientemente hemos decidido seguir Sus pasos. No es cuestión de religión, sino de nuestro accionar. Ella fue una mujer de tan altas cualidades humanas que aún después de muerta nos deja una impronta... ¡Su familia! Esa que construyó junto a su esposo bajo los cimientos divinos de nuestro Señor Jesús. Están formados bajo la grandeza del Alma y del Espíritu, tan difícil de encontrar hasta en los curas o pastores. Su actitud ante el matador nos invita a la reflexión, el autoanálisis y recomponernos ante la vida. Es momento de que volvamos a nuestros orígenes, de que le demos valor a los seres humanos, de que actuemos con el corazón para poder imponernos ante la violencia, la delincuencia y las tragedias que éstas arrastran. Es tiempo de valorarnos, de reconocer quienes somos, que podemos aportar y a quienes podemos ayudar. Somos más que expresiones de quejas y lamentos, somos mucho más de lo que mostramos por fuera, somos más que cuerpo, imagen, posición social, económica o material. Somos calidad humana, justo lo que se necesita para salir adelante. Nos leemos la próxima semana con el poder de Dios.

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