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DE CERCA

¿A qué precio?

A propósito de la más reciente edición de la revista Ritmo Platinum de LISTÍN DIARIO, dedicada a Jackie Kennedy, y presentada con un “private screening” de la película que lleva su nombre, me despertó el interés de profundizar, sin ánimos de juzgar, la vida de quien, en definitiva, fue una dama excepcional. Jackie fue una de esas mujeres que logran superar la prueba del tiempo dejando su legado de generación en generación. Brilló en su labor de Primera Dama representando con estilo a Estados Unidos ante el mundo. Su belleza inigualable, combinada con su porte, la convirtió en autora de importantes tendencias de moda que aun sirven de inspiración. Su vida siempre estuvo rodeada de cierto velo de misterio, y sus hermosos ojos eran resguardados por esas enormes gafas oscuras que al día de hoy son símbolo de su estilo. En su breve paso por la Casa Blanca impregnó majestuosidad con sus elegantes trajes de diseños exclusivos, y la organización de espléndidas fiestas con personalidades del mundo social. Sin embargo, y pese a toda esa magia que la rodeaba, me imagino que para ella, como lo sería para cualquier mujer, no era fácil ser la esposa abnegada de un hombre a quien amaba a sabiendas de sus múltiples infidelidades. Aun en este contexto siempre aparentaba ser una mujer completa y feliz. Pero era un ser humano, como cualquiera de nosotros, y todos sabemos que el ser traicionado nos destroza el alma y nos desestabiliza la vida. Me despierta la duda saber si en su habitación se generaban conflictos por las dolorosas experiencias de las que ella, sin proponérselo, era protagonista. Quizá en más de una ocasión sintió tambalear su autoestima por la impotencia y el rencor. Ella, como cualquier mujer, vio cómo lentamente se desvanecían los valores en que se fundamentaba su relación de pareja, y conoció la ira y la decepción. Se convirtió en una maestra de la inteligencia emocional, sabía a la perfección cómo debía actuar, aunque estuviese destrozada en su interior. Era la primera dama más admirada del mundo, una mujer glamorosa y joven que también tenía la tarea de ser madre. Su imagen de triste esposa con su traje manchado de sangre quedará fijada en la mente de toda una generación. Ese día, Jacqueline Kennedy logró inmortalizarse y convertirse en un icono de admiración. Viuda a los 34 años, con dos niños, fue adorada por los norteamericanos de su época y los que pronto llegarían. Ha sido una de las mujeres más emblemáticas de la historia, pero a ¿qué precio? Si bien es cierto que vivió días de gloria, qué pena también por las tantas lágrimas que derramó, los momentos de angustia y desilusión, las largas noches de espera y los tormentosos días que le desgarraron el alma. Pareciera que su vida tuvo más dolor que alegría. Ella fue esposa y luego viuda de dos de los hombres más controversiales y poderosos del siglo XX; uno por la política, John F. Kennedy, y otro por su fortuna, el magnate griego Aristóteles Sócrates Onassis. ¡Qué precio tan alto tuvo que pagar para marcar la historia! Varias ediciones sobre su vida coinciden al describirla como una persona que sufría de abruptos cambios de humor… Y para añadirle más dramatismo a su existencia, tras una vida llena de lujo, fama y belleza, murió a causa de un cáncer linfático. Así que la próxima vez que sientas el deseo de que tu vida se parezca a la de alguien, reflexionemos un poco sobre si estamos dispuestos a pagar el precio. ¡Hasta el lunes!

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