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CRÓNICA LIGERA

¡De mujer a diva!

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Ana Mercy OtañezSanto Domingo

Siempre he vivido en un mundo agitado, complicado y muy comprometido de tiempo. Esa ha sido mi vida, criticada de manera drástica por mis hijos, mis familiares cercanos y mis amigos que no viven bajo mi mismo esquema de compromisos y responsabilidades.

Reconozco y admito que en determinado momento he intentado cambiar mi rutina y hacer cosas diferentes que me permitan disponer de períodos y espacios para disfrutar de algunas pasiones y muchas veces descansan mucho más, que lo que mi cuerpo de cuatro décadas, en decenas de ocasiones pide. Sin embargo me he dado cuenta que las veces que he querido cambiar he caído en un letargo que no me permite ser yo y no puedo avanzar y la experiencia ha sido horrible. Lo que me ha hecho ubicarme y aceptar que soy una persona hiperactiva, del tipo que no le gusta lo estático, lo prudente o lo fijo, pues para mí eso sería vivir en la tranquilidad o pasividad que me llevaría a la muerte. Soy de las que le gusta equivocarse, aceptar sus errores, saber que hay incertidumbre en lo laboral o en los sueños; me gusta sentir mi corazón palpitar a mil, no solo de satisfacción, sino también por los miedos y por enfrentar los altibajos emocionales, esos que me han causado daño, pero que me hacen reconocer que sólo así he podido avanzar. Soy temperamental, exploto, grito, me río a carcajadas, hablo alto y bailo en cualquier lugar y vivo bajo mi propio estilo de vida, ese que me da satisfacción y felicidad. Pero compartiendo experiencias con mis amigas, me clasifican dentro de las mujeres “divas”, el que muchas veces me han dicho y del cual nunca he hecho alarde, porque no, nunca he querido parecer niña buena, soy lo que soy, sin pretender confundir a nadie y a esta altura de mi vida no procuro enloquecer con mi forma de ser, sino más bien que me acepten, sin cambios, ni imposiciones.

Ahora bien, si para ser “diva” hay que cumplir con este código, entonces lo soy. Una mujer “diva”, es la que posee actitud, no belleza física. La dignidad es su atributo más importante y su valor humano está por encima de todas las cosas, y el sexo tiene su tiempo. Además combina esto con, no perseguir a ningún hombre. No vive bajo competencia o en comparación con otras mujeres. No habla solo de su relación. No cambia su vida por él. No espera que sea un hombre el que le de lo que ella misma puede proporcionarse. No se esfuerza en complacer a todos, sino que reconoce que ella está primero. No depende de lo emocional, ni económicamente de su pareja y para ser feliz sabe que no es necesario estar junto a él las 24 horas del día. Soy una “mujer diva”, porque encajo en su descripción y estoy dispuesta a pagar el precio de vivir una vida fluida y excitante. Nos leemos la próxima semana.

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