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¡Muchos sapos hasta el príncipe!

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ANA MERCY OTAÑEZSanto Domingo

He pasado balance a todas mis celebraciones del Día de San Valentín. Con memoria lúcida recuerdo hechos concretos, pero no grandes festividades. Gracias a Dios nunca he tenido que pasar este día sumergida en lamentos o tristezas. Yo soy de las que hace su propia fiesta. Sin embargo, en el tema del amor mis mayores problemas han sido con el muñequito llamado “Cupido”, un gordito gracioso que anda en pañal, sin camisa y con una flecha al hombro. A ese lo ilustro como un alcohólico que nunca ha tomado clases de arco y flecha. Si bien es cierto que ha tocado corazones y emparejado a miles de personas que han podido construir una mágica historia de amor, también debo reconocer que ha tenido grandes desaciertos que han marcado de forma dolorosa la vida de muchas personas.

Pero para darse cuenta de cosas como éstas hay que encontrarse consigo mismo. Mientras no maduré y cambié mi óptica sobre la felicidad y el amor, Cupido y yo mantuvimos una guerra abierta, con duros “encontronazos” de reclamos de mi parte y fechorías de parte de él. Yo, siempre he querido culparlo de mis deslices.

Él, defensor del más noble sentimiento, justifica sus flechazos, que para mí, dentro de mi inmadurez, no eran más que “sapos” camino al príncipe. Hoy, son historias que sustentan la valoración de lo que quiero y de lo que no. ¡Tomémoslo en serio! Nunca pensé que podría llegar a un acuerdo con el responsable de flechar corazones y menos que sería yo quien ante sus pies me rendiría para reconocer mis sentimientos. ¡Sí! Leyó bien. Me ha costado mucho tiempo aceptar mis debilidades y mis errores en el campo del amor. Y hoy sé que muchas veces confundí el estar enamorada con el amar a una persona. Sin embargo, he vuelto a sentir maripositas habitando en mí de manera permanente, esta vez no han sido pasajeras, ni se han marchado a los pocos días, sino que se han posado en mi estómago y viajan constantemente al corazón haciéndome vivir instantes cargados de magia. Enamorarse es sentirse plena y satisfecha. Es reconocer las cualidades del hombre que uno quiere para compartir su vida.

Estar enamorada es sentirse completamente feliz en lo poco, y vivir un estado de simpleza en lo mucho.

Es un constante viaje de emociones al que solo te puede llevar tu pareja y donde sale tu mejor yo, ese que solo puedes advertir cuando sientes un cosquilleo en alma que se traduce al cuerpo, que combina con un inocente brillo en los ojos y una incontrolable sonrisa… ¡Es un trabajo de dos! Solo así podrá perdurar esa sensación de sentimientos y agitaciones que busca hacernos felices. No olvide identificar las cualidades que le atraen de su pareja, ni el trabajo que han que ponerle a una relación para mantenerla.

Yo, elegí a un hombre lleno de energía, que se ha propuesto mantenerme atraída, encantada y enamorada. Amo a un ser divino, que no ha olvidado los detalles, las sorpresas, las flores, la protección, la confianza, la admiración, pero sobre todo las buenas conversaciones y nuestra vida de pareja. ¡Hay que vivir enamorado! Esa es la vida, un constante mundo de cambios que nos permite sentir el éxtasis y el amor, que no tumba ninguna tempestad si hay buena zapata.

Yo vivo una linda historia de amor junto a un hombre de carne, hueso y corazón: Mi compañero de vida Máximo Rodríguez... Con la gracia divina de nuestro Señor Jesús nos leemos la próxima semana.

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