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PROTAGONISTA DE FEBRERO

Carolina de Mónaco la eterna princesa

Sus días han estado marcados por su agitada vida sentimental, su inigualable belleza y por su rol como mediadora entre todos los miembros de su familia.

Como toda mujer, Caroline Louise Marguerite Grimaldi, princesa de Mónaco, y duquesa de Brunswick y de Luxemburgo por su matrimonio con Ernesto de Hannover, ha vivido diferentes etapas en la vida.

A sus seis décadas luce tranquila, feliz y satisfecha, con la sensación de quien ha aprendido de los momentos difíciles y ha disfrutado la bendición de cada día.

Su llegada al mundo fue especial. Carolina nació el 23 de enero de 1957 en la biblioteca del Palacio de Mónaco, sala que se forró con telas de color verde, a solicitud de Grace Kelly, como parte de una tradición irlandesa.

Es considerada una de las princesas más elegantes de Europa. La mayor entre sus hermanos, Alberto y Stefanía.

Simpática, educada, de fuerte personalidad, esta mujer, de 1.7 metros de estatura y unos impresionantes ojos azules, creció bajo la atención del mundo y fue proclamada “la novia de Europa” durante su juventud.

Estudió filosofía, psicología y biología en La Sorbona, una histórica universidad de París. Ha tenido una vida intensa. Se ha casado tres veces, tuvo que ejercer de primera dama cuando su padre se quedó viudo.

Desde 2005, tras la muerte de su padre, ejerce la monarquía con su hermano Alberto, a pesar de la presencia de su esposa, la princesa Charlene.

Hoy parece haber llegado a los 60 años con la serenidad de quien sabe que ha cumplido con su compromiso con Mónaco, y ha hecho de sus arrugas un sinónimo de envejecer con dignidad. Los vaivenes propios de la vida no la han hecho perder ni un ápice de glamur, y no ha renunciado a estar en la lista de las mujeres más inspiradoras de la moda.

Sin duda ha entrado espléndida a los inicios de la edad dorada.

Las imágenes que se pasean por el mundo confirman que ha conseguido aceptarse a sí misma, con sus virtudes y defectos, marcada por el tiempo, pero siempre rodeada de sus seres queridos. Una madurez que no le ha impedido que sea una de las mujeres más admiradas y queridas de la realeza.

Una vida irrepetible LLEGÓ PARA HACER HISTORIA. Cuando Carolina de Mónaco nació se puso de moda el color amarillo para los bebés. Fue la primera señal de que acababa de llegar al mundo una princesa que iba a marcar tendencias en la moda.

Por muchos años, tras protagonizar varios escándalos, fue llamada “la princesa rebelde”. Ella fue la precursora de una generación de príncipes “hippie chic” que empezaron a ver la realeza como un estilo de vida, más que como una tarea de representación.

DE PORTADA EN PORTADA. Los retratos de Carolina Grimaldi acompañando a sus padres, el príncipe Raniero de Mónaco III y la princesa Grace Kelly, y sus hermanos Alberto y Estefanía, siempre ocupaban las portadas de las más importantes revistas.

Varias publicaciones internacionales han afirmado que ella ha sido la mujer más fotografiada del mundo.

Amor, alegría, lágrimas y dolor una mujer de carne y hueso Una mirada a su historia amorosa es suficiente para darnos cuenta de que la realeza no está blindada contra el amor y el dolor. Por años el mundo estuvo atento para ser testigo de cómo Carolina de Mónaco se enamoró en innumerables ocasiones, se casó tres veces y quedó viuda.

Han sido muchos los hombres que han pasado por su vida, no siempre el ideal de “príncipe azul”, pero a todos se entregó con pasión. La lista inicia con Philippe Junot, su primer matrimonio. Un enlace que fracasó porque, según ella misma confesó, en plena luna de miel se dio cuenta de que se había equivocado.

Libre como el viento, Carolina viajó a Inglaterra y allí se involucró sentimentalmente con el tenista argentino Guillermo Vilas, y luego con Roberto Rossellini Jr, hijo de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini.

Disfrutando esta etapa de su vida, con solo 25 años de edad, le sorprende una amarga noticia, la muerte de su madre. Dispuesta a no dejar que este trágico suceso le arruinara la vida conoció al que sería, sin lugar a dudas, el amor de su vida. Stéfano Casiraghi, un italiano millonario.

Tras un breve romance, la feliz pareja se casa. Carolina, embarazada, celebra la ceremonia en la Sala de los Espejos del Palacio de Mónaco. Meses después nacería Andrea, su primogénito. Años más tarde Carlota y Pierre.

Pero la vida vuelve a arrebatarle la sonrisa cuando Stéfano muere. Durante esta época de dolor se retira a vivir a Provence y es ahí, en su refugio francés, donde pasa largas temporadas con el actor Vincent Lindon.

Sin embargo, el 23 de enero de 1999, justo para su cumpleaños 42, contrae matrimonio con Ernesto de Hannover. Luego de diez años plagados de polémicas, Carolina y Ernesto emprenden caminos separados.

Ahora Carolina disfruta de una vida en solitario dedicada a sus hijos y nietos. Y parece que, después de tantos romances ha encontrado la verdadera felicidad.

Dolor Con la trágica muerte de su esposo Stéfano Casiraghi la princesa pasa, de ser una mujer feliz, a convertirse en una viuda entregada a la crianza de sus tres hijos. El valor de la soledad me lo enseñó mi madre, dijo en una ocasión a los medios de comunicación. Carolina guardó luto durante seis largos años.

Baile de la Rosa. Beatrice Casiraghi, Pierre Casiraghi, Alejandra de Hanover, el príncipe Alberto, Carolina de
Mónaco, Carlota Casiraghi, Tatiana Santo Domingo, Andrea Casiraghi y Karl Lagerfeld.

1975 Durante una fiesta en París, Carolina conoce a Philippe Junot. En junio de 1978, y con el descontento de sus padres, se celebra la boda. Dos años más tarde el romance llega a su fin.

1983 / En diciembre de este año, se casa con Stéfano Casiraghi. El matrimonio es calificado por la prensa rosa como un cuento de hadas. En 1990 Casiraghi fallece en un accidente marítimo.

1999 / Tras divorciarse de su esposa, Ernesto de Hannover contrae matrimonio con la princesa. Ella ya estaba embarazada y pocos meses después nace su hija, Alejandra Carlota.

2009 / Carolina y Ernesto de Hannover se separan, aunque
no de manera oficial, por lo que la princesa sigue conservando el título de su alteza real la princesa de Hannover. Tras la ruptura se mudó al palacio Clos Saint-Pierre en Mónaco junto a su hija menor, Alejandra.

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