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DE CERCA

¡Cuídate del monstruo del ego!

Es bueno sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Es sabio reconocer nuestras fortalezas y aprender a potencializar nuestros talentos. La disyuntiva se presenta cuando ya no somos capaces de reconocer el valor de otros, cuando pensamos que merecemos todo, a todo costo.

Ahí el protagonista es el ego.

Las madres sabemos que existe una etapa sana en la que nuestro hijo todo lo quiere para él y no podemos hacerlos entrar en razón. Son etapas en las que se va desarrollando su personalidad y aunque llega un momento que parecen interminables, las superan con éxito.

En definitiva los niños deben pasar por un proceso de aceptación de su entorno, de las personas que estamos alrededor y aprender a relacionarse.

Los padres somos los llamados a detener el ego cuando empieza a crecer en la medida que el niño crece.

Probablemente va a manejar sentimientos de rabia al no poder tener toda la atención, pero de seguro lo va a superar… En eso confiamos, porque de adultos muchos no saben lidiar con su ego.

A través del ego el niño estimula su sentido de propiedad, de límites de espacio y respeto, pero también de autoconfianza y reconocimiento de sí mismo.

Un niño que ha recibido demasiada sobrevaloración en la infancia es probable que se sienta un ser superior a los demás. Nadie me lo ha contado, lo he visto con pena en varias ocasiones.

La realidad es que debemos fortalecer la autoestima de nuestros hijos a través de diferentes acciones pero basadas en amor y calidez emocional con grandes y repetidas dosis de ‘realidad’ para que el esfuerzo de hacer las cosas cada día mejor sea la motivación a superarse.

Vamos a proponernos enseñar a nuestros hijos que ellos no son lo que ganen o pierdan.

Está bien que les guste competir pero que no hagan de su vida una justa eterna.

No existen perdedores en un mundo en el que todos somos creados a imagen y semejanza de la perfección de Dios.

El ego y la felicidad no comparten la misma cama.

“La felicidad es amenaza y la miseria es segura, segura para el ego. El ego puede existir sólo en la miseria y a través de la miseria. El ego es una isla rodeada por el infierno. La felicidad se eleva como el sol y el ego desaparece, se evapora como una gota en el rocío de una hoja”, reza una frase de Osho.

¡Y estoy de acuerdo! Quien es feliz no se siente mejor que otros. El ego se viste de muchos colores, se alimenta de tu deseo de ser algo más. Absorbe energía y crea tensión. Pero muere cuando aceptamos lo que somos.

Cuando aprendemos a respetar a los demás, cuando entendemos que no necesitamos apagar ninguna luz para resplandecer.

¡Hasta el lunes!

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