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DE CERCA

¡Oh, oh!, me llaman del colegio

Si la maestra te cita constantemente al colegio para ‘quejarse’ de que tu hijo no completa las asignaciones, no atiende a la clase, no participa y tiene bajas calificaciones…

¡Bienvenido a mi mundo! Con frecuencia el veredicto de un profesor podría parecernos ineludible, sobre todo en un modelo educativo que aplica el mismo sistema de enseñanza y evaluación a niños con intereses completamente diferentes.

Los padres apostamos a un aprendizaje personalizado en el que el profesor se convierta en un guía que ayude a los alumnos a descubrir sus habilidades. No precisamente las que el centro educativo o la sociedad esperan, sino las propias, las que los hacen especiales. Estoy de acuerdo en que existen una serie de conceptos generales que de alguna manera todos estamos obligados a aprender, pero no tiene por qué ser de la misma manera.

Interesada en el tema hace algunas semanas me llegó a las manos un libro sobre la teoría de las “Inteligencias múltiples”, basado en un estudio del psicólogo estadounidense, Howard Gardner. Este propone un cambio significativo de los esquemas docentes, basándose en una pedagogía que potencialice las competencias del alumno.

Gardner sostiene que existen ocho tipos de inteligencia: lingu¨ística, personas con alta capacidad en el uso del lenguaje oral y escrito; lógico-matemática, relacionada con los números; musical, que se refiere a la música y el oído; espacial, que son personas con buena memoria visual; corporal-kinestésica, relacionada con la acción y el movimiento; interpersonal, que es la habilidad de para interactuar con los demás; intrapersonal, que tiene que ver con uno mismo; y naturalista, personas con sensibilidad a la naturaleza. De manera que todos somos genios si aprendemos a potencializar nuestro talento.

El mundo evoluciona y ser un mal estudiante no es una cadena perpetua, tampoco triunfar en el colegio es garantía de éxito profesional. La historia está llena de testimonios de genios que fueron un auténtico desastre en sus días de estudiante. ¡Una noticia alentadora para muchas madres! Lo cierto es que como padres debemos darles a los hijos la oportunidad de poder desarrollarse en el campo en el que se sientan cómodos y felices. No estamos para juzgar, nuestro papel es apoyarlos, orientarlos y motivarlos desde el respeto y el amor. Una prueba de paciencia cada día, lo sé. Pero en este proceso también vamos aprendiendo.

Tener habilidad para resolver conflictos, facilidad para aprender algún idioma, para movernos en la cancha con una pelota o para musicalizar, son capacidades que lamentablemente no son contempladas en los programas de formación académica. Nuestros hijos son mucho más que el número que lo encasilla en el cartón de una calificación.

Oliver no quiere nada que tenga que ver con teorías extensas, prefiere la exactitud de los cálculos y disfrutar mientras entona con su flauta una canción. Probablemente se graduará de bachiller y nunca asistiré a la entrega de medallas por rendimiento académico, pero estaré orgullosa, aplaudiendo con todas mis fuerzas en la primera fila, cuando realice su presentación artística. ¡Hasta el lunes!

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