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DE CERCA

Cuando yo estaba en el colegio…

En mis días de colegio nadie sabía el significado de la palabra “bullying”, ni nos importaba. Nuestros días en el aula y el recreo transcurrían sin tantas presiones ni términos anglosajones como los que ahora manejan los niños. No registro en mi memoria ninguna escena de violencia física o verbal de alguno de mis compañeros, ni fui testigo de ningún maltrato, indignación, o burla.

El proceso de enseñanza-aprendizaje se desarrollaba en un contexto de respeto y cordialidad, y a ningún joven de mi curso se le hubiese siquiera ocurrido en desobedecer las instrucciones de un profesor. No compro la teoría de que “eran otros tiempos”, los alumnos siguen siendo los alumnos y los profesores siguen siendo los profesores.

Quizá lo que ha cambiado es la manera de educar en la casa. Los padres hemos ido cediendo autoridad a las generaciones sucesivas y los niños no saben cómo manejarse con tanta soberanía y poderío. Las aulas se han convertido en campos de batalla por múltiples razones, y en esas condiciones desempeñar la tarea de profesor exige disposiciones que podrían calificarse de “heroicas”. Los alumnos saludan a un profesor con un insulto, y no pasa nada.

Hay una actitud generalizada que permite que estas cosas ocurran sin que pase nada. Ante esta realidad reporteros del Listín Diario hicieron un recorrido por algunas escuelas con el objetivo de palpar las actitudes de los jóvenes estudiantes, y el resultado ha sido alarmante.

Aquí, como describe la crónica de Dalton Herrera, el principal problema no es la apariencia de los estudiantes, que de por si deja mucho que desear, es lo que se encuentra detrás de esos aspectos hostiles producto de la debilidad de muchas instituciones de enseñanza ¿Dónde quedaron aquellos días en que al profesor le bastaba una llamada de atención para retomar el orden y la disciplina?

Los alumnos ya no temen a que se afecte su calificación, ni a la amenaza de ser suspendidos, porque hasta los padres, en muchos casos, se ponen en contra del profesor. La escuela ya no es exclusivamente un lugar para aprender, porque se ha convertido en una prolongación del hogar y de todos y cada uno de los lugares que visitan los alumnos, y ellos no diferencian las conductas dentro y fuera de la escuela.

Ciertamente la violencia escolar tipo bullying merece toda la atención de los profesores, y todos los proyectos encaminados a erradicarla serán siempre insuficientes, pero nadie habla de la violencia que reciben directamente los profesores, y que al parecer es mucho más de lo que en un principio pueda creerse. No manejo la información profesional que pudiera avalar una conclusión sobre la cantidad de profesores que día a día son maltratados por sus alumnos, pero al parecer no podemos negar que en nuestro país hay más víctimas que verdugos.

¡Hasta el lunes!

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