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DE CERCA

¡Abrázame con las dos manos!

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CELESTE PÉREZceleste.perez@listindiario.com

Mi hijo Oliver, de diez años, es extremadamente cariñoso. No deja escapar ningún momento en el que pueda expresar su amor. ¡Y en verdad lo disfruto! El tema es que no conoce los límites, para él da igual si estoy durmiendo, almorzando, leyendo o trabajando en la computadora, se avalancha sobre mí y comienza a llenarme de besos. Siempre trato de corresponderle con cariño y atención, pero a veces sus repentinas ‘secciones de abrazos’ las realiza cuando estoy revisando los correos por el celular, así que reclama que los abrazos deben de recibirse con las dos manos, y solicita con determinación que suelte el teléfono. No tengo idea de dónde escuchó esto, pero lo cierto es que todos en la casa hemos aprendido a poner en práctica estas instrucciones y exigimos abrazos apretaditos y con las dos manos. Aunque siempre he sido muy expresiva y suelo dar abrazos a la gente que aprecio, nunca me había propuesto investigar sobre la valía de este gesto. Y es que sin importar la edad, profesión o nivel social, todos los seres humanos necesitamos del contacto físico con otras personas. Un abrazo puede significar amistad, cariño o gratitud, y aunque es tan antiguo como la humanidad, aún no hemos comprendido las ventajas que implica para el desarrollo emocional y psicológico del ser humano. Casualmente caminando en una librería me tropecé con el libro de Kathleen Keating “La terapia del abrazo” y no pude evitar recordar a mi hijo. Decidí comprarlo para descubrir todo relativo a esta demostración de afecto por excelencia. El autor afirma que los abrazos no sólo nos ayudan a sentirnos bien, sino que también favorecen el desarrollo de la inteligencia en los niños y ayudan a superar sus miedos. Por si parece poco, el libro cita estudios científicos que afirman que un abrazo libera endorfinas provenientes del cerebro y esto puede conllevar a tener poderes curativos. Abrazar se considera una terapia que genera bienestar, puede reducir la presión arterial, en las mujeres reduce el dolor menstrual; ayuda a mermar el dolor de cabeza, a aliviar la ansiedad, a disminuir el estrés y la depresión, fortalece la autoestima, calma los nervios, ayuda a que no te sientas solo, cura el insomnio, estimula los sentidos, ofrece alegría, y en muchas circunstancias aquieta el alma. Algo mágico sucede cuando ofrecemos o recibimos un abrazo sincero. Reafirmamos la confianza y el cariño, demostramos solidaridad ante una situación difícil, o simplemente nos hacemos cómplices de una grata celebración. Si bien es cierto que dar o recibir un abrazo es algo aparentemente cotidiano, lo hacemos en desconocimiento de la dimensión de plenitud que nos puede proporcionar.

El abrazo seguirá siendo una de las formas más naturales y espontáneas de demostrar afecto. Así que yo lo invito a propiciar escenarios para dar y recibir abrazos, eso sí, exija, como Oliver, que sean con las dos manos. ¡Hasta el lunes!

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