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DE CERCA

¿Y tú qué harías?

En una clase de maestría el profesor planteó un caso de ética y pidió a los alumnos que hicieran la propuesta de solución que entendieran conveniente. Se trataba de un laboratorio clínico que, entre los productos que fabricaba, se había descubierto uno que posiblemente tendría la cura de una terrible enfermedad que estaba afectando a millones de personas en un lejano país, las cuales estaban condenadas a la muerte.

El caso envolvía un sinnúmero de situaciones, como las pruebas de la efectividad del medicamento, el traslado hacia el país afectado, la inversión económica, para lo cual no estaba preparado el laboratorio, y la posterior comercialización del mismo.

El propietario debía decidir si arriesgarse a fabricarlo, a sabiendas de que salvar la vida de esas personas podría implicar su quiebra y desaparición del mercado, o continuar con su estabilidad comercial y no arriesgarse, aun consciente de que varias generaciones dependían de su responsable elección.

La clase se dividió en dos grupos, unos a favor de la fabricación, otros en contra. Acaloradas discusiones se desarrollaron a partir de la pugna, cada quien defendía su punto de vista. No había ganador o perdedor, la decisión se tomaría desde una óptica personal en la que influían los valores y vivencias.

Era un caso real, por lo que al final el profesor tomó la palabra para compartir con los alumnos la decisión que en su momento tomó el propietario del establecimiento comercial. Para el asombro de algunos, el ejecutivo del laboratorio había decidido fabricar el medicamento, y como muchos pronosticaron, la logística de traslado, costos y mercadeo, casi terminan con su negocio. Sin embargo, lo hizo sin esperar un resultado a corto plazo, y se vio precisado a tener que regalar el medicamento para que pudiera llegar a quienes lo necesitaban.

Años más tarde se reconoció mundialmente el ‘milagro’ que había sucedido a través de la donación, y el laboratorio adquirió un prestigio comercial que impulsó sus otras marcas.

Al ser cuestionado sobre la decisión, el propietario dijo que no dormiría tranquilo ni una noche a sabiendas de que pudo salvar una vida y no lo hizo.

¡Cuántas veces Dios nos da ese poder y no lo aprovechamos! Sé de algunos que no moverían un dedo para beneficiar a su prójimo. La vida es un constante ir y venir de decisiones que a simple vista pueden parecer insignificantes, pero a largo plazo repercuten en los demás.

¿Te atreverías a pagar el impuesto de peaje al vehículo que va detrás aunque no sepas quienes van?, ¿cuántas veces has comprado un ‘regalo’ para una persona que no conoces?. Te has detenido a pensar en cuántas vidas podrías alegrar con una pizza, hay niños que no conocen este sabor.

No tenemos que esperar a que en nuestras manos esté la decisión para cambiar el mundo, con pequeñas acciones ya estamos contribuyendo.

¡Hasta el lunes!

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