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DE CERCA

Construir o destruir

Hace algunos días las redes sociales fueron testigos de un nuevo escándalo, esta vez, protagonizado por jóvenes adolescentes en dos escenas que nos llaman a reflexionar.

Como un virus se propagó el video en que una estudiante le practicaba sexo oral a un compañero ante la mirada de otros jóvenes. Otro mostraba la imagen de dos jovencitas besándose mientras eran grabadas por un estudiante que cuenta los segundos que dura el acto.

Las niñas, vistiendo la inocencia de un uniforme escolar, han circulado por Internet a la velocidad propia de esta herramienta tecnológica, y las imágenes están a disposición del mundo como un atentado a su dignidad.

Al igual que muchos padres me cuestiono sobre la supervisión que reciben nuestros hijos en los planteles escolares. Y más allá, de los valores que como entes llamados a formar estamos inculcando en el hogar.

¿Qué buscan estos jóvenes con dar a conocer este tipo de acciones a través de las redes sociales? Popularidad pudiera ser la respuesta. No necesito tener una preparación profesional en la conducta humana para entender que en definitiva los valores de estos adolescentes están tambaleantes y no les importa lo que tengan que hacer si la recompensa es ser aceptados por su grupo.

Pero también me cuestiono ¿qué ganamos nosotros con compartir innumerable veces este tipo de videos? Me duele ver con la ligereza que somos capaces de recrearnos con el morbo sin pensar en el daño que le hacemos a estos estudiantes.

Es cierto que estamos en la época de la democratización de la información. A diario somos testigos del poder que tienen las redes sociales. Participamos activamente de movimientos que se originan en este escenario y propiciamos contacto con quienes nos rodean. Todo esto es una clara manifestación de la esencia de esta herramienta: compartir. Y está bien, ¡Enhorabuena! Con lo que no estoy de acuerdo es que no somos conscientes del tipo de informaciones que publicamos ni del alcance que pueden tener.

Las comunidades virtuales se han convertido en un arma de doble filo, si bien es cierto que sirven para construir y hacer “justicia inmediata”, también es real que pueden destruir y hacer un gran daño.

No apuesto por quedarnos callados ante situaciones que a tiempo pueden tener remedio.

Mi planteamiento es sobre la base de que si no vamos a aportar la solución qué caso tiene convertirnos en entes multiplicadores de este tipo de videos que laceran la imagen de una generación, que al final es más víctima que culpable.

Empecemos a generar en nosotros el cambio que queremos ver. Si decidimos no compartir este tipo de acciones en nuestras cuentas personales, estaremos contribuyendo a marcar la diferencia. Es momento de recapitular, observar, reflexionar y empezar a conversar más con nuestros hijos sobre lo que hacen fuera de casa para que cualquier día no nos sorprenda la Internet.

¡Hasta el lunes!

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