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DE CERCA

¡Felicidades para papá!

Nuestro país celebró ayer el Día de los Padres, bendita fecha escogida para festejar con quienes disfrutan de esta bendición. Personalmente creo que en vez de ser llamado el Día de los Padres, deberíamos llamarlo el Día de Papá.

Lo entiendo así porque ser padre, en innumerables ocasiones, solo es el resultado de un proceso biológico, pero ser “papá”, para mí, es un privilegio que va mucho más allá del hecho de dar vida a un ser humano. Es acompañarlo en el camino, orientarlo, amarlo inmensamente, aceptarlo tal cuál es, y estar dispuesto a sacrificarse en favor de esta persona.

Con el afán de los preparativos para esta fecha especial, ver a mis hijos emocionados “tramando” sorpresas y detalles para su padre, y ver a mi esposo ansioso ante la espera de esos detalles me llena de un sentimiento encontrado entre la felicidad y la nostalgia.

Imposible no repasar en mi memoria aquellos días en que con mis hermanas hacía lo mismo para agradar a mi padre, quien lamentablemente hace veinte y tantos años que ya no está en este plano terrenal.

Me duele saber que no pudo ver realizado sus más anhelados sueños. Esos de los que tanto hablaba: vernos graduadas de la universidad, conocer a sus nietos, comprarme un jeep para que fuera a mis clases…, en fin, todas esas cosas que el destino no dejó que disfrutara.

Me duele admitir que “por falta de tiempo” no le di los besos que se merecía, que no le conté sobre los sueños que tenía en mi cabeza, y que nunca le agradecí que fuera mi más grande admirador.

Me duele saber que siempre pensé que era eterno y no supe aprovechar su presencia en la tierra para aprender de su experiencia, para escuchar sus anécdotas de militar retirado, para compartir un café al final del día, o simplemente, sentarme junto a él a ver un atardecer.

En cambio, con el tiempo aprendí a dejarlo de extrañar.

Comprendí que jamás se había marchado porque está presente cada vez que temprano me levanto a trabajar aunque esté cansada.

Es que de él aprendí el valor que tiene la responsabilidad.

Mantengo presente su enseñanza cuando luego de una larga y agotadora jornada laboral, llego a la casa a corregir las tareas de mis hijos, porque eso vi que él hacía con nosotras. Lo recuerdo cuando beso y abrazo a mis hijos aunque ellos estén apurados en salir de la casa, porque así vi a mi papá hacerlo y recordarnos con ello lo mucho que nos amaba. No importa cuántos años hayan pasado, ni cuántos falten por pasar para volver a reencontrarnos. No importa qué tan adulto seas, cuántos hijos tengas, o qué tan ocupado estés, cuando un papá no está junto a nosotros, siempre habrá lágrimas que se deslicen por la mejilla como gotas inagotables de tristeza, porque en definitiva un papá nunca se olvida. Así que allá donde estés, ¡felicidades papá! ¡Hasta el lunes!

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