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DE CERCA

¡Quiero equivocarme!

En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos equivocado, y qué bueno que ha sido así, pues como cuentan por ahí, sea cierto o no, el ilustre Albert Einstein dijo una vez: “Quien nunca haya cometido un error no ha intentado nada nuevo”.

Parece obvio que tenemos el permiso para equivocarnos, aunque este derecho no se encuentra plasmado en las páginas de la declaración de los Derechos Humanos. Sin embargo, estamos socialmente tan condicionados al tributo que se le rinde al triunfo, que convertimos nuestra existencia en una quimera sin dar cabida a la palabra error. Vivimos tan enfocados a ser perfectos que a veces olvidamos que somos humanos.

¿Pero qué hay de malo en equivocarse? Veo con frecuencia cómo el temor a equivocarnos nos bloquea, nos detiene... No actuamos, nos quedamos en una zona de confort que no implique ningún riesgo. Por supuesto, esto evidentemente tampoco permite ningún crecimiento ni progreso.

Y si en vez de huir nos enfrascamos en aprender de cada error y convertimos una situación en el elemento idóneo para perfeccionar cada tarea y reflexionar sobre las decisiones tomadas.

Nuestros errores, en ocasiones son el resultado de lo que experimentamos en el mundo en nuestro afán por crecer, evolucionar y seguir hacia adelante.

El mejor ejemplo lo tenemos en los niños, cuando se deciden a hacer algo, es casi imposible disuadirles. No tienen miedo a equivocarse. No se preocupan por lo que otros vayan a pensar o a decir. Simplemente lo hacen. Lo intentan, se equivocan y vuelven a intentarlo hasta que logran conseguir lo que anhelan.

Tenemos derecho a permitir que nuestras ideas fracasen, que las capacidades muestren sus limitaciones y que el conocimiento revele algunas lagunas. Cuando fracasamos nos enfrentamos a los miedos y conocemos nuestras propias fronteras. Esto al final nos permite superarnos.

El caminar tiene sus tropiezos y caídas, pero esto no significa que haya que dejar de dar pasos. Equivocarse proporciona muchas ventajas si aprendemos a mirar lo que sucede con ojos de sabiduría. Los errores son importantes para nuestro bienestar, así pueda sonar algo confuso.

Reconocer que algo no salió como planeamos por alguna decisión inadecuada, habla de nuestra madurez como seres humanos. No he dicho que sea sencillo, pero sí gratificante, y con el tiempo descubrirás que es la mejor manera de aprender de la vida.

Me he equivocado miles de veces y pretendo equivocarme muchas más, porque en cada intento de ser mejor persona, mejor profesional, mejor madre o mejor esposa he aprendido a enfrentar mis miedos y pensamientos limitantes, y he logrado avanzar cada vez que me levanto.

¡Vamos a intentarlo, que bendito será el error si nos acerca a la perfección!

¡Hasta el lunes!

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