"Adopten Niñes Grandes", la militancia de un grupo de padres argentinos

Fuente: Archivo.

Fuente: Archivo.

En Argentina existe casi la misma cantidad de chicos para adoptar que familias que aspiran a un niño adoptivo; sin embargo ellos no encajan en esos hogares porque los padres buscan en su gran mayoría bebés y dejan de lado a los mayores de tres años y, sobre todo, a los adolescentes.

Para "contar los chicos reales que hay para adoptar", un grupo de padres que adoptaron niños grandes comenzó este año a militar para "desmitificar" y "desromantizar" la adopción de éstos relatando sus historias cada viernes en las redes sociales, con la etiqueta #AdoptenNiñesGrandes.

"Sabíamos que la adopción de niños grandes es muy difícil. No que llegue a término porque, al contrario, cuando empiezan las vinculaciones, se forman lindas familias; sino por los prejuicios que había por adoptar niños grandes", cuenta a EFE una de las integrantes del colectivo, Paola Muscente (52), quien con su marido adoptó dos veces, un niño de 8 años -que hoy tiene 16- y otro de 9 años en 2020.

El colectivo subraya que el "eje" no es el adulto, sino que "la prioridad es el niño", porque el Estado busca una familia para el niño y no hijos para los padres.

De hecho, se tiene en cuenta que algunos no quieren tener un papá, ya que atravesaron una experiencia por la cual no quieren vivir con hombres, y entonces el Estado busca una familia de mujeres. O al revés, tienen un mal recuerdo de su mamá biológica y pueden pedir dos papás.

DESMITIFICAR

En Argentina existen 2.354 padres dispuestos a adoptar, según la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes (Dnrua). Pero esperan ser adoptados unos 2.199 chicos, el 75 % de los cuales tiene entre 6 y 17 años, según la Red Argentina por la Adopción.

El desencuentro no ocurre porque los trámites para adoptar sean engorrosos, aunque sí caros, sino que la mayoría de los padres solicita niños de hasta 3 años (87,51 %) y la demanda va disminuyendo a medida que sube la edad del joven hasta 0,08 % para los de 15 años o más, según la Dnrua.

Pero los bebés menores de un año son "un porcentaje ínfimo, mientras que abundan los casos de grupos de hermanos, o niños, niñas y adolescentes o que presentan alguna discapacidad o enfermedad", afirma a EFE la presidenta de la Red, Natalia Florido (39), una hija adoptada.

Las organizaciones invitan a escuchar historias de adopción: los padres "se dan cuenta que, en realidad, tomaron una gran decisión porque quizá tienen 45 años y (al) adoptar un adolescente, comparten muchísimas cosas, viajan, disfrutan y no están cambiando pañales”, cuenta Florido.

DESROMANTIZAR

Los padres reconocen que el vínculo parte de una situación de vulnerabilidad de los niños grandes, a los cuales les lleva tiempo hacer el duelo de los padres biológicos y de la institución que los cobijó.

"Cuando vienen a nuestras casas tenemos que sostener toda su historia previa. Si ellos estuvieron continuamente decepcionados por adultos, no van a confiar en nosotros de un día para el otro. Y el vínculo no va a ser de un día para el otro amoroso, sino que hay que construirlo día a día", detalla Muscente.

Los jóvenes prueban a los padres adoptivos constantemente -con berrinches, mintiendo o con otros llamados de atención- para saber si los soportan y si de verdad los quieren. Lo que piden en el fondo es que los nuevos padres puedan ahijarlos.

"Uno tiene que estar preparado", advierte Muscente. "No es que tenemos algo malo, que no nos quiere o nos rechaza, sino que hay que darles tiempo y trabajarlo", explica, ya que ellos tienen que superar el miedo a que los abandonen como los dejaron los demás.

Los chicos se "devuelven" cuando los adultos no están preparados: "Cuando el adulto no se comporta como un adulto, la vinculación es fallida", asegura Muscente.

NUEVA INFANCIA

Cuando ellos llegan a su familia adoptiva "pueden soltar ese niño" que en las instituciones tenían retenido porque eran "uno más" y tenían que sobrevivir. O antes de la medida de abrigo, debían vivir de manera adulta, por ejemplo, en la calle o haciéndose cargo o cuidándose de sus padres.

"Cuando empiezan a vivir en una familia que los ahíja, pueden empezar a recuperar su infancia o a vivirla por primera vez. Donde hay un otro que los mira, los protege y los cuida y hace lo que tiene que hacer", explica Muscente.

Uno de los miedos es que los chicos se vayan con sus padres biológicos. No pueden hacerlo, pero los niños tienen derecho a la identidad, y los padres adoptivos se comprometen a no ocultar sus orígenes.

Otro de los mitos es que adoptar un bebé es más fácil, pero el colectivo dice que es al revés, porque un niño grande tiene el poder de la palabra: "Nos pueden contar lo que vivieron y se puede sanar" de forma más casera; en cambio, los traumas en un bebé van a aparecer más adelante, cuenta Muscente.

"Adoptar a un bebé no significa que no tengamos que pasar en algún momento de sus vidas por el proceso de sanación y que nosotros tenemos que acompañar", agrega y, en ese sentido, aconseja: "Hay que demostrarles que no son culpables del abandono".