INCENDIO

El incendio de Notre Dame recuerda el peligro del plomo

Foto: AP.

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AP/Thomas AdamsonParís, Francia

Hizo falta un incendio que casi destruyó la famosa catedral de París para revelar un vacío en las regulaciones globales de seguridad para el plomo, un material de construcción tóxico presente en muchas ciudades antiguas.

Después de que el incendio de Notre Dame en abril liberara docenas de toneladas de polvo tóxico de plomo a la atmósfera en unas pocas horas, las autoridades parisinas descubrieron un problema en la normativa de seguridad pública de la ciudad. No había una escala para determinar cómo de peligrosa era la contaminación, potencialmente mortal, del polvo que se había depositado en el suelo.

Desde entonces, The Associated Press ha determinado que este vacío regulatorio va mucho más allá de Francia. Ni las autoridades de otras capitales históricas europeas como Roma y Londres, ni la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), ni la Organización Mundial de la Salud tienen recomendaciones sobre el riesgo del polvo de plomo en espacios abiertos.

El motivo, señalan, es que si bien hay normativas sobre el plomo, nadie había imaginado un gran incendio en un edificio lleno de plomo del tamaño de Notre Dame, cuya aguja medía casi 100 metros (330 pies) de alto.

El envenenamiento por polvo de plomo puede causar una pérdida permanente de capacidad cognitiva, ataques, coma o la muerte, y la exposición a esta sustancia supone un grave riesgo para mujeres embarazadas y niños pequeños, que pueden llevarse con facilidad el polvo tóxico a la boca.

Las llamas consumieron el 15 de abril la aguja y el tejado de la catedral, que contenía 250 toneladas de plomo, en pleno centro de París. Las autoridades advirtieron después sobre el riesgo sanitario y se vieron obligadas a recopilar investigaciones dispares e incompletas para improvisar un criterio de seguridad, en un intento de tranquilizar a la población.

“Cuando ocurrió el incendio de Notre Dame, no teníamos ningún umbral de cuál era un nivel peligroso de plomo en el exterior”, dijo a AP Anne Souyris, vicealcaldesa de París responsable de salud pública. “Fue una llamada de atención (...) la cantidad de plomo que se quemó en Notre Dame no tenía precedentes”.

A las autoridades les sorprendió descubrir que si bien había recomendaciones en Francia para los niveles de plomo dentro de edificios y escuelas, así como en la pintura, el suelo y la contaminación aéreo, no había ningún protocolo sobre acumulaciones de plomo en espacios públicos, como el polvo sobre el suelo.

El peligro inherente y el vacío regulatorio sobre el polvo de plomo se hicieron imposibles de ignorar para las autoridades francesas cuando identificaron una película tóxica que había quedado depositada sobre los adoquines de Ile-de-la-Cite tras el incendio.

“Las autoridades básicamente intentaron crear recomendaciones de seguridad tras el incendio combinando una mezcla de viejos restos de datos y reportes”, señaló Souyris. “Pero en realidad no había nada oficial (...) simplemente no nos habíamos dado cuenta de que el plomo en exteriores podía ser un problema”.

El 18 de julio, tres meses después del gran incendio, la Agencia Regional de Salud de París (ARS, por sus siglas en francés) dijo considerar 5.000 microgramos por metro cuadrado (4,180 microgramos por yarda cuadrada) como un nivel peligroso de polvo de plomo en espacios públicos. También reconoció que había una “ausencia de escalas regulatorias (...) sobre la presencia de plomo en polvo depositado en las calles”.

Funcionarios sanitarios dijeron a AP que esa cifra se determinó a partir de datos incompletos, utilizando un reporte del Ministerio francés de Cultura sobre los niveles de plomo en los monumentos de París.

Algunos medios reportaron que los niveles registrados de contaminación por plomo en zonas en torno a la catedral eran entre 500 y 800 veces los niveles que las autoridades consideraron seguros.

Sin embargo, las autoridades sanitarias dijeron a AP que París sigue sin tener una escala regulatoria oficial.

La Organización Mundial de la Salud dijo a AP que no tenía recomendaciones de seguridad para polvo de plomo en espacios abiertos, ni planes “inmediatos” de crear unas.

Las nuevas leyes sobre seguridad en Gran Bretaña tras el incendio en 2017 de la Grenfell Tower tampoco cubrían este aspecto. El Ministerio de Medio Ambiente dijo a AP que no tiene “una escala específica de niveles inseguros de polvo de plomo en espacios públicos en Gran Bretaña”. Y señaló que los esfuerzos tras el incendio de Grenfell, un edificio de apartamentos construido en la década de 1970, se han centrado “más en el amianto que en el plomo debido a la edad del edificio”.

En Estados Unidos, donde muchos edificios se construyeron después de que el peligro del plomo fuera ampliamente reconocido, la EPA no tiene estándares sobre riesgo por polvo de plomo en espacios públicos al aire libre.

El plomo es una constante en la arquitectura parisina del siglo XIX, presente en tejados, balcones forjados, suelos y terrazas, y no solo en su famosa catedral. En 1853, Napoleón III encargó al barón Haussmann una renovación casi total de los bulevares y parques de la ciudad, en una era en la que el plomo era muy utilizado. Esos diseños siguen dominando la ciudad.

Las autoridades francesas dijeron que había pocas recomendaciones sobre niveles de polvo de plomo porque no había sido un problema hasta el incendio sin precedentes de Notre Dame.

Pasaron cuatro meses hasta que la ciudad completó la operación de limpieza en las veredas, mientras turistas, vecinos y comerciantes pasaban cada día por las calles en torno a la catedral.

El Ayuntamiento presentó este otoño un nuevo plan sobre el plomo que incluye limpiar y analizar lugares frecuentados por niños, un aumento de los controles sobre menores con altos niveles de plomo en sangre y un estudio epidemiológico independiente sobre el impacto del plomo en la salud de una ciudad que utiliza ese material tóxico desde la Edad Media.

“París es una ciudad hermosamente conservada”, dijo Souyris. “Pero nos damos cuenta de que también hemos preservado hermosamente su plomo”.

Los expertos señalan que el buen estado de conservación de París como ciudad histórica la convierte en un lugar especialmente peligroso por el plomo.

“La conservación hace inusual a París”, señaló Neil M. Donahue, profesor de química de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg. “La incineración de uno de los tejados más famosos del mundo puede ser especialmente dramática, pero no hay alquimia en este mundo. El plomo siempre seguirá siendo plomo”.

El fuego en el corazón espiritual de París concienció a autoridades y ciudadanos sobre los peligros del plomo.

La Agencia Regional de Salud de París recomendó en junio un análisis de niveles de plomo a todas las mujeres embarazadas y niños menores de siete años residentes cerca del lugar.

Doce niños en los alrededores de la catedral dieron positivo en niveles altos de plomo en sangre después del incendio, según la agencia. Ninguno fue hospitalizado ni se le prescribió medicación, aunque las autoridades dijeron que era imposible predecir los efectos sanitarios del incendio a largo plazo.

La exposición al plomo de un menor procedía de una fuente distinta a la catedral: el balcón del apartamento familiar. Su caso ilustra cómo el incendio enfrentó a los parisinos con el riesgo de este material. De no ser por la catástrofe, es improbable que el niño hubiera pasado por ese análisis.

Pese a los riesgos, los expertos señalan que los turistas no necesitan modificar sus planes de viajar a una de las ciudades más visitadas del mundo.

Pero el tóxico polvo de plomo sigue siendo un problema dentro de la catedral, después de que toneladas de plomo fundido y en el aire contaminaran su interior. La operación de limpieza es delicada y agotadora, complicada con el plazo de cinco años marcado por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para completar la restauración. Muchos expertos consideran ese tiempo poco realista.

Aline Magnien, directora del Laboratorio de Investigación de Monumentos Históricos, envió hace poco a su equipo de científicos para determinar cómo retirar el plomo tóxico del edificio de 855 años, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sin dañarlo.

“Es una carrera contra el tiempo”, dijo. “El plomo es un auténtico problema. La catedral es excepcionalmente preciosa. Y no tenemos el lujo del tiempo.