Vehículos, armas y conclusiones

Los últimos acontecimientos en Barcelona y Cambrils, donde murieron 15 en manos de un grupo de jóvenes, muchos de ellos españoles de nacimiento y otros hijos de migrantes, ratificaron que la nueva arma que han encontrado los extremistas para hacer el mayor daño posible es el uso de vehículos para arrollar a los “infieles”.

El 11 de septiembre enseñó que los aviones podían convertirse en “misiles”.

Desde el 14 de julio de 2016, en Niza, Francia, donde murieron 84 personas, el fenómeno se ha repetido en Berlín (12 muertes), Londres (5), Suecia (5), sin contar otros atentados que dejaron un alto número de heridos. En la mayoría de los casos los atacantes “enfrentaron a la fuerza del orden” y fueron abatidos.

A partir de ahora, ¿qué no se va a poder evitar? Primero, aunque muchos pueden alegar que se está violando la intimidad, el derecho a la libertad de expresión y la libertad religiosa, las escuchas de los sermones dentro de las mezquitas será una prioridad de los gobiernos que se sienten amenazados por los yihadistas.

Segundo, la seguridad, esa odiosa “operación” en la que detienen a la gente para requisar en lugares públicos por cualquier sospecha, que algunos podrían alegar discriminación o prejuicio, tendrá que ser soportada muchas veces “por su misma seguridad”.

Tercero, no importa todas las veces en que los seguidores de la religión islamista griten que ser musulmán no es sinónimo de terrorismo, aquellos que han leído sobre los atentados y aquellos que tienen a un musulmán como vecino, aunque estén convencidos de que las religiones, en general, no proclaman atropello, se sentirán inseguros ante alguien que hable árabe, tenga rasgos o use vestimentas “diferentes” a las occidentales. La duda permanece y se acrecienta.