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EL VATICANO

El hospital del papa puso en riesgo a menores por beneficios

Cuando médicos y enfermeras del hospital pediátrico del Vaticano se quejaron en 2014 de que se estaban tomando atajos e ignorando los protocolos médicos, el Vaticano respondió ordenando una investigación interna secreta. El diagnóstico: la intención original del “hospital del papa” se había perdido y “hoy en día le está dando más prioridad a las ganancias financieras que a la salud de los niños”.

Tres años más tarde, una investigación de The Associated Press confirmó que el Hospital Pediátrico Bambino Gesu introdujo cambios grandes y pequeños en su operativa bajo una administración anterior, que dirigió el centro entre 2008 y 2015. Conforme el hospital ampliaba servicios y trataba de convertir una iniciativa deficitaria del Vaticano en una fuente de beneficios, en ocasiones los niños pagaron el precio.

Entre los hallazgos de AP:

El hacinamiento y las malas condiciones higiénicas tuvieron consecuencias mortíferas, incluido un brote de 21 meses de una bacteria resistente a los antibióticos en el ala de oncología que mató a ocho niños.

Para ahorrar dinero, se usaron de forma inadecuada equipos y materiales desechables, y se hizo un pedido de jeringas tan baratas que se partían al ser inyectadas en los pequeños.

Los médicos a veces tenían tanta presión para realizar más operaciones que sacaban a los niños de la anestesia antes de tiempo.

Algunos de los problemas _como el énfasis en los beneficios y los pacientes despertados antes de tiempo_ se habían identificado en 2014 en la comisión autorizada por el Vaticano, que agrupaba a una decena de médicos, enfermeras y administradores del hospital, actuales y pasados. Los investigadores pasaron tres meses reuniendo información y entrevistando al personal fuera de las instalaciones.

AP corroboró esos hallazgos con entrevistas a más de una docena de empleados actuales y pasados del Bambino Gesu, así como a pacientes, sus familias y autoridades sanitarias. AP revisó expedientes médicos, documentos de tribunales civiles, correos electrónicos del hospital y de funcionarios del Vaticano y las quejas presentadas por los sindicatos durante cinco años.

Vincenzo Di Ciommo Laurora, un epidemiólogo del hospital ahora retirado, resumió la doctrina imperante en esa época: “Mientras más cosas se le hace a un paciente, más dinero entra. Hay que producir, producir, producir”.

El hospital rechazó con firmeza los hallazgos de AP y amenazó con emprender acciones legales. El centro afirmó que la investigación de AP se basaba en información “en algunos aspectos falsa, en otros seriamente infundada y desfasada por dos años, pero sobre todo improbable a nivel clínico y difamatoria a un nivel ético y moral”.

El Bambino Gesu citó su reputación como centro de excelencia. El hospital atrae a cirujanos de alto nivel para trabajar allí y recibe visitas de celebridades, como la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, que estuvo allí en mayo.

Fundado en 1869 para atender a niños pobres, el Bambino Gesu (Niño Jesús) fue donado al Vaticano en 1924 y hoy en día es el principal centro de atención pediátrica para el sur de Italia. En el 2015, la institución de 607 camas practicó más de 26.000 procedimientos quirúrgicos, más de la tercera parte de todas las operaciones a niños del país.

Construido en una colina romana a poca distancia de la Ciudad del Vaticano, el recinto principal del hospital está ubicados en territorio de la Santa Sede y por lo tanto goza de status extraterritorial, como una embajada. Así, está exento de las inspecciones por sorpresa a la que están sujetos otros hospitales italianos.

El Ministerio italiano de Salud certifica los trabajos de investigación del Bambino Gesu y en 2015 determinó oficialmente que tenía “características de excelencia”. Ante los hallazgos de AP, el Ministerio prometió abrir una investigación.

Los empleados actuales del hospital hablaron a la AP a condición de anonimato por temor a perder sus empleos si usaban sus nombres. Su preocupación por los niños, señalaron, les llevó a romper lo que el sindicato del hospital ha descrito como una “omertá”, el código italiano de silencio.

Los trabajadores dijeron a AP que algunas de las situaciones que empezaron a reportar a principios de 2014 han mejorado tras el cambio de dirección a principios de 2015. La nueva administración, señalaron, se centra menos en el volumen y tiene más respeto por los protocolos.

Pero algunas de las recomendaciones más importantes de la comisión no se han aplicado, como la sustitución del director médico. El sindicato principal del hospital señaló que algunos problemas siguen existiendo.

“Hace diez años, las salas de urgencias estaban atestadas, y sigue pasando. Hace diez años había pacientes esperando en camillas, y sigue pasando. Hace diez años uno entraba con una enfermedad y salía con dos infecciones hospitalarias, y sigue pasando”, denunció la agrupación gremial en su informe de julio del 2016. “¿Qué ha cambiado en diez años? Las máquinas son mejores, los medicamentos son mejores, pero la calidad de la atención médica no”.

En octubre del 2015, Federica Bianchi llevó a su hijo de 17 meses, Edoardo, al Bambino Gesu porque sufría problemas respiratorios. Se le atendió en una sala de urgencias donde otros niños recibían tratamientos de rehidratación. Dos días después, el bebé sufrió crisis de diarrea y vómitos.

Cuando el hermano gemelo de Edoardo también enfermó, ella los volvió a llevar a la abarrotada sala de urgencias del Bambino Gesu. Dos veces en los días subsiguientes, el personal allí le dijo que lo mejor era llevarlos a casa. Finalmente, en otro hospital se diagnosticó que los gemelos se habían contagiado de rotavirus, una enfermedad infecciosa que puede causar deshidratación. Fueron ingresados, aislados y conectados a goteros de rehidratación.

El portavoz del Bambino Gesu, Alessandro Iapino, dijo que no hay pruebas de que los chicos contrajeran el rotavirus en el hospital del papa. El centro había llevado sus tasas de infección por debajo de los objetivos nacionales e internacionales, señaló, indicando que todos los hospitales sufren problemas de infecciones.

Pocas semanas después de que la comisión entregara su reporte al Vaticano en abril de 2014, una de sus miembros, Coleen McMahon, una enfermera estadounidense, se impacientó y dijo al coordinador del grupo que tenía previsto presionar para que se tomaran medidas. Él le dijo que esperase.

“Estamos tratando con el Secretario de Estado de Su Santidad, el hombre al que Dios ungió para dirigir la Iglesia”, escribió Masotti. “¡Nuestro trabajo ha acabado!”.

Otros miembros de la comisión se saltaron la cadena de mando y se reunieron en septiembre de 2014 con el responsable financiero del Vaticano, George Pell, al que entregaron un comunicado denunciando que las “condiciones de riesgo” en el hospital persistían.

Pell, que la semana pasada fue acusado de un delito penal de agresión sexual en su Australia natal, pidió a la hermana Carol Keehan, presidenta y directora ejecutiva de Catholic Health Association en Estados Unidos, que investigara. Ella lideró una segunda evaluación encargada por el Vaticano en enero de 2015.

Pasó tres días en el hospital observando los procedimientos y hablando con el personal de guardia. Ningún miembro del equipo investigador hablaba italiano. Keehan revisó transcripciones de reuniones y cuadros de turnos, pero no las quejas de los sindicatos ni los reportes sobre “incidentes negativos” que se redactan cuando algo sale mal. Su informe final “desautorizó” muchos de los hallazgos del primer informe y concluyó que el hospital era en muchos aspectos “el mejor de su clase”.

“Llegamos pensando que tendríamos que sacar la gran revelación, pero no vimos fundamento alguno para esas quejas”, dijo Keehan en una entrevista. “¿Puedo yo decir que jamás nadie allí comete un error? Por supuesto que no... Pero, ¿puedo yo decir que se trata de un hospital que ofrece una atención médica excepcional a niños? Absolutamente, totalmente”.

Sin embargo, el propio papa Francisco aprovechó una audiencia de Navidad en 2016 con miles de empleados y pacientes del hospital para advertir al personal en contra de caer víctimas de la corrupción, a la que describió como “el mayor cáncer” que puede sufrir un hospital.

“El Bambino Gesu ha tenido una historia que no siempre ha sido buena”, dijo el papa, citando la tentación de que médicos y enfermeras se conviertan en empresarios.

“Miren a los niños”, dijo Francisco en italiano, señalando a los jóvenes pacientes reunidos a sus pies en el auditorio del Vaticano. “Y dejen que cada uno de nosotros piense, ‘puedo hacer negocios corruptos con estos niños. ¡No!’”.

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