Yiannopoulos, un irreverente

Mientras unos consiguen la fama a través de un trabajo de amplio desempeño o proyección en un área específica, como por ejemplo la música o la política... otros alcanzan el mismo objetivo por medio de la controversia.

En el caso del escritor greco-británico Milo Yiannopoulos, más allá de sus posiciones de ultraderecha, sus ideas sociales son realmente escandalosas, aun en sociedades donde el respeto por la libertad de expresión prima más ante conceptos considerados ofensivos.

Yiannopoulos alcanzó fama a través de una plataforma de la extrema derecha estadounidense y sus publicaciones en el sitio web “Breitbart News”, cuyos críticos consideran que es “un medio transmisor de las ideas misóginas (desprecio por las mujeres), racistas, antisemitas y homófobas de la ultraderecha”.

Con antecedentes como este, cada vez que se proponía dar una conferencia, sus detractores se adelantaban y protestaban en la forma más efectiva y visible: la violencia física. Uno de estos casos fue en la Universidad de California en Berkeley, luego de la victoria del mandatario estadounidense Donald Trump, de quien se declaró “fiel defensor”.

Pero lo que ha encendido las pasiones cada vez que se menciona su nombre, fue su “respaldo” aparente a la pedofilia: “Las relaciones entre chicos más jóvenes y hombres mayores podría ser una relación de maduración... en la que esos hombres mayores ayudan a los niños a descubrir quiénes son”.

Ha negado vehemente el apoyo, y ha considerado que “lo tergivensaron en la edición del video”, aclarando que “la pedofilia no es atracción sexual por alguien de 13 años que es maduro sexualmente, es atracción por niños que no han alcanzado la pubertad”...

Pero además, tuvo la osadía de “tomarse en sus manos” el caso Gamergate en el blog Breitbart. en el que señalaba a una creadora de video juegos que “fue acusada de ofrecer favores sexuales a cambio de críticas positivas en la prensa”. Opinó que “bravuconadas feministas están acabando con la industria de los videojuegos”... y mostró su antifeminismo.

La presión lo desplazó. Renunció a la posición en Breitbart y Twitter también lo expulsó.

Unos lo quieren y otros lo odian, pero el escándalo sí tiene su público.