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A DISTANCIA

Norcorea no y los otros sí

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Adolfo ValenzuelaSanto Domingo

La Guerra de Corea, llamada “la guerra olvidada”, tuvo lugar del año 1950 al año 1953, entre Surcorea y sus aliados, Estados Unidos y las Naciones Unidas, y Norcorea, apoyada por la República Popular China y la Unión Soviética.

Corea había estado ocupada por Japón desde el 1910, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1945.

Para la solución final del conflicto, la ONU y Washington determinaron que los países estarían divididos teniendo en cuenta el Paralelo 38, con una línea de cuatro kilómetros, considerada una zona desmilitarizada desde el año 1953. Escaramuzas no han faltado.

Desde esa época hasta hoy día, Occidente ha dado su respaldo a Surcorea, mientras que China y Rusia apoyan a los norcoreanos.

Salvo por razones humanitarias (familiares de uno y de otro lugar se han reunido ocasionalmente en los últimos años), las relaciones entre las Coreas han sido tensas y políticamente opuestas.

Y hoy, como ayer, el temor de Seúl es que su vecino, Pyongyang, tenga la capacidad de poseer armas nucleares tan poderosas que puedan surcar los cielos y atacarlo, y hasta alcanzar terreno estadounidense.

El domingo 7, el líder Kim Johgun anunció con platillos y fuegos artificiales el éxito del lanzamiento de un cohete con un satélite de observación terrestre de nombre Kwangmyongsong-4 (Estrella Brillante). El problema es que la comunidad internacional considera que dicho lanzamiento es una farsa, una prueba encubierta de misiles balísticos internacionales lo cual, ante las múltiples pruebas anteriores, aseguraría que Pyongyang ya tiene la capacidad de lanzar “misiles de largo alcance que pueden recorrer una distancia de vuelo de unos 12 mil kilómetros”.

El único inconveniente es que todavía “no logran obtener la denominada tecnología de reentrada, necesaria para que un misil lanzado vuelva a la atmósfera”.

Tras la prueba, Washington, en defensa de su aliado en la región, desea instalar un sistema antimisiles THAAD (Terminal de Defensa Aérea de Gran Altitud).

El problema es que Rusia y China “se inquietan” cada vez que hablan de instalar dichos sistemas de misiles porque eso daría un mayor poder para controlar los cielos.

Pekín considera que el THAAD es “una amenaza para su política de disuasión nuclear, y serviría para vigilar los disparos de misiles chinos en regiones tan lejanas como Xian, al noroeste”.

Por igual, Rusia, que tiene una frontera común con el régimen comunista norcoreano de 20 kilómetros, considera que “los radares de esos sistemas cubren una distancia de 2,000 kilómetros, lo que significa que controlarán el espacio aéreo de Corea del Norte y de algunas regiones rusas”... algo que (los rusos) “no saludamos”.

Los aliados de Pyongyang, principalmente Rusia y China, están de acuerdo en protestar por las pruebas de misiles, y hasta votan a favor de presionar al régimen comunista, pero en realidad temen que el descalabro del dictador cause una desgracia mayúscula en la región y afecte aún más sus economías.

Estados Unidos mantiene la presión sobre China, para que cambie de política frente a su aliado, a través de mayores restricciones en el “suministro de petróleo, materias primas y otros bienes”.

Más claro: “Un cohete se considera un vehículo de lanzamiento espacial cuando se usa para poner un satélite en órbita y se considera un misil cuando transporta una bomba”, según AP. La bomba es la única diferencia.

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