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ECUADOR

En defensa de la familia en crisis

FRANCISCO MUESTRA UNA IGLESIA PARA AYUDAR

Bendición. Una mujer sostiene una rosa blanca y fotografías de su hijo en espera de que el papa Francisco las bendiga en el parque Samanes, de Guayaquil, donde el pontífice ofició una misa, ayer.

Bendición. Una mujer sostiene una rosa blanca y fotografías de su hijo en espera de que el papa Francisco las bendiga en el parque Samanes, de Guayaquil, donde el pontífice ofició una misa, ayer.

El papa Francisco reunió ayer lunes en Guayaquil a 800,000 fieles bajo un sol de justicia en la primera misa campal de su gira por Sudamérica, en la que intercedió por las familias en problemas y presentó a una Iglesia más dispuesta a ayudar que a reprochar.

Una multitud exhausta por las largas vigilias y el calor que alcanzó los 32∫C, escuchó la liturgia de casi dos horas en el parque Los Samanes.

De regreso a la Sudamérica de los “frágiles” y “vulnerables”, Francisco dedicó la homilía a la familia, uno de los grandes retos de su pontificado, ante los males que la asola como las “enfermedades” y la “falta de amor” y de trabajo.

“La familia constituye la ‘gran riqueza social’, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos”, dijo.

Añadió: “En efecto, estos no son una forma de limosna sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que tanto aporta al bien común de todos”.

Francisco arrancó sonrisas cuando empleó una metáfora para describir la disposición de la Iglesia a atender los problemas que enfrentan las familias antes que reprocharlos.

La Iglesia “no es una madre reclamadora, tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está atenta y solícita”, señaló.

El mensaje de Francisco caló hondo entre los asistentes, que aguantaron el calor extremo gracias a los chorros de agua que arrojaron los bomberos.

Olimpia Herrera, una maestra de 62 años, se declaró convencida de las palabras del pontífice. Ese testimonio lo “estábamos necesitando porque hay muchos hogares que están desintegrados”, dijo a la AFP.

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