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Destino

Del Ozama al Yantze

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María Teresa Ruiz de CatrainEspecial para LISTÍN DIARIO

Luego de salvar distancias y mitos, felizmente llegué a Catay, la majestuosa China de Juan Mandeville, Marco Polo y del Gran Kahn, inspiradores de la gran epopeya de los Viajes de Cristóbal Colón que convirtieron a nuestra amada tierra en Puerta y Llave del Nuevo Mundo.

Mi primer encuentro fue con la sobriedad política y arquitectónica de Beijing, su Gran Muralla y sus inmensas avenidas de tránsito igual de inmenso; luego con la vanguardia tecnológica y sofisticación de Shanghái hasta llegar a Anhui, lugar habitado por una comunidad de extraordinaria calidez y nobleza que me hizo rememorar los orígenes de nobleza y generosidad de nuestro pueblo taíno. Impresionada ante la grandeza de una sociedad asentada en una cultura milenaria y con la mirada y acción puestas en el futuro, me detengo a reflexionar sobre Anhui, y las extraordinarias similitudes con nuestra ciudad de Santo Domingo.

Fue Anhui la ciudad de encuentro entre el gran filósofo Lao Tze y el pensador Confucio que simboliza la fusión del pensamiento filosófico y moral que forjan al ciudadano chino en un ser humano de bien. Tiene Santo Domingo el honor de haber sido el escenario del debate filosófico y moral que cuestionó la legitimidad y moralidad de la conquista de América a través del Sermón de Montesino del 1511, logrando con éste la promulgación de las nuevas leyes para el Nuevo Mundo, que llamaban al conquistador a actuar en base al bien. Igualmente aquellos hombres de bien fundaron la primera universidad del Nuevo Mundo, institución académica teológica, faro de la humanidad, que invitaba a buscar la luz de la verdad. Durante el 2011, justo 500 años después, la Universidad Tecnológica de Hefei, Anhui, buscando la luz y la verdad, descubrió y nombró una nueva estrella; una estrella que hoy es faro de luz de todo Anhui y de toda China.

Más aún, fue en nuestra ciudad donde el sacerdote Pedro de Córdoba, respetuoso de la cultura taína, redactó el primer catecismo para el Nuevo Mundo, adecuando la visión cósmica de los nativos con la fe cristiana. Igual sucedió en China cuando el sacerdote Mateo Ricci adecuó los ritos del cristianismo con la realidad cultural china de su momento e incluso, como muestra de respeto al pueblo que lo acogió, Ricci vistió y calzó, permanentemente, a la manera china.

Cuenta Anhui con un casco antiguo llamado Tres Ríos donde es frecuente, igual como sucede en nuestra Ciudad Colonial de Santo Domingo, encontrar los enamorados jurarse amor eterno vestidos con sus galas nupciales. Anhui y Tres Ríos vieron nacer y crecer a Chen Ning Yang, Premio Nobel de China 1957, de quien podemos ver en su casa museo la pequeña mesa de estudios donde su madre lo enseñó a leer, a escribir y apegarse al conocimiento. Fue nuestra Ciudad Colonial de Santo Domingo testigo del nacimiento y formación del hombre más ilustre y meritorio de la nación dominicana, el inmortal Pedro Henríquez Ureña quien recibió su primera instrucción académica de su madre Salomé Ureña; quien sembró en el alma y mente de su hijo la búsqueda de la luz del saber “como insecto alado”. Ambas madres, separadas geográfica y culturalmente, nos demuestran con su ejemplo cómo se forma la grandeza humana a partir de la sencillez en el hogar.

Anhui ostenta dos declaraciones de Patrimonio de la Humanidad por el valor histórico, arquitectónico y de conservación de tradiciones antiguas de sus poblados Anhui’Xidi y Hongcu. Nuestra Ciudad Colonial de Santo Domingo, por su valor histórico, al ser la Primera Ciudad del Nuevo Mundo y por la majestuosidad de sus monumentos que resguardan la cultura occidental, en el año 1992 fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Cabe destacar que durante el período de los Tres Reinos, entre las Dinastías Ming y Qing, Hefei, Anhui fue la sede del gobierno del Emperador. Para la misma época Santo Domingo se convertía en el Primer Virreinato del Nuevo Mundo y sede futura de otro gobernante, el Emperador Carlos V, dueño de un imperio donde nunca se ocultaba el sol.

Hermandad Ha sido una gran experiencia vencer la distancia y el velo de misterio que rodea al Lejano Oriente y descubrir cuán lejos y cuan cerca nos encontramos a través de nuestra historia y los seres humanos que la han protagonizado. Ojalá algún día estas ciudades que comparten tantas similitudes puedan ser hermanas y puedan a su vez intercambiar lo mejor de cada una. Que el sueño de Marco Polo, Cristóbal Colón y de tantos otros que han podido imaginar la historia y la geografía de una manera universal, pueda ser realidad.

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