Santo Domingo 30°C/30°C few clouds

Suscribete

COSAS DE DIOS

Judith dejó plantado un ataúd

Para Judith Núñez su testimonio como cristiana no es extraordinario. Luego te cuenta que, una vez, estuvo tan enferma que le compraron el ataúd para su entierro y, además, ya adulta, Dios le regaló un don nunca antes cultivado por ella. A fin de que Judith tenga una idea de lo poco común de su historia, le respondo que no había conocido a nadie que dejara plantada una caja de muertos.

Judith nació sietemesina, y en bajo peso, por lo que su vida estuvo en peligro desde que abrió los ojos. En medio de su gravedad, un tío, que se iba de viaje, decidió comprarle el ataúd para dejar el problema resuelto porque se entendía que ya no había nada por hacer.

Sus padres, Manuel de Jesús Núñez y Alquidia Mercedes, que pertenecen a la comunidad Siervos de Cristo Vivo, no perdieron la esperanza y llevaron a cabo cadenas de oración hasta que Judith se recuperó.

La crianza de esa niña, que sobrevivió de milagro, como ha de esperarse, fue muy católica. Su padre es diácono y Judith dice que todo lo que recuerda de su infancia se desarrolló alrededor de Dios: hacía los laudes con su papá, oraban por los alimentos y sus padres asistían a retiros.

Pero cuando, a los 16 años, vino desde Santiago a estudiar a la capital, sus prioridades cambiaron. Los domingos se quedaba dormida, no iba a misa. Así pasó el tiempo. En el año 2013 se graduó de economía, luego, hizo estudios de post grado en el exterior. Entonces, regresó. Fue al volver cuando, pese a las metas alcanzadas, se sentía vacía y una voz interior la cuestionó: ¿Qué estás haciendo? ¿Cuál es el propósito de lo que has logrado? Entendió que, conscientemente, había ignorado a Dios. Y volvió a la iglesia. El Señor la recibió con un regalo.

Nunca había cantado, ni siquiera karaoke, pero su hermana mayor, que pertenece al coro de la parroquia Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, le dijo que necesitaban voces. “Si mi voz te sirve, te la doy”, respondió Judith a Dios. Después, cantó el salmo en los 25 años de diaconado de su padre. Judith reconoce que “quedó bien”. Fue en ese momento cuando pensó que, tal vez, el Señor le estaba regalando el don de cantar.

Decidió asistir a misa diaria y llegó a la Parroquia Buen Pastor. Allí la acogieron. La chica que no cantaba, ni en los karaokes, tiene días asignados en los que, ella sola, interpreta las canciones para la misa de las 6:30 de la mañana, a la que acude siempre, aunque no le corresponda cantar. También, permanece en el Ministerio de Canto de Sumo y Eterno Sacerdote.

Judith ha reorganizado sus prioridades. Cuenta con tres títulos universitarios, uno en Estados Unidos, y es analista financiera de una multinacional, pero el centro de su vida es Dios. Ante la realidad de que esta joven pudiera dedicarse a muchas otras cosas, tan solo su elección de vida, sin el ataúd que quedó vacío ni el don que recibió de cantar, pese a que ella no lo crea, representa un testimonio extraordinario.¿No cree?.

Tags relacionados