Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

FÁBULAS EN ALTA VOZ

¡No dejes que la razón lo lleve a la cárcel!

Aunque usted no lo crea, esa frase salvó una vida. Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia vivida que me llevó a utilizarla y lograr los mejores resultados sin determe a pensar cuán grande era el peligro al que me exponía. Les cuento que en la intersección de dos calles muy conocidas de la ciudad, un jovencito que iba con su celular en mano, rozó de mala manera el lujoso carro de un señor que al parecer no había salido tan contento a enfrentar el día a día. Con sorpresa observamos el choque y la forma abrupta en que el señor salió de su vehículo a percatarse del daño causado a su ‘nave’. Efectivamente, no le agradó y de inmediato volteó hacia dentro y sacó su arma para apuntarle al joven. Sin pensarlo dos veces -y miren que le tengo terror a las armas de fuego-, me bajé del vehículo en que andaba y me acerqué a él diciéndole: “Señor, señor, no deje que su razón lo lleve a la cárcel”. Seguí hablándole hasta ‘marearlo’. “Usted se va a perder de disfrutar de ese carro tan bonito, de esa ropa tan fina que tiene, y lo más importante de compartir con su familia y con sus amigos por algo que tiene solución y es vanidad”. Respiraba profunfo mientras el jovencito permanecía con las manos arriba. Afortunadamente fue bajando la intensidad de su mirada, su furia, su impotencia hasta que atinó a decirle al muchacho de unos 21 años: “Dile mamá a ella, dícelo”. Muriéndome de miedo le hablé con propiedad y le dije que me diera su número porque el joven estaba en la mayor disposición de reparar el daño. Así lo hizo y se marchó. El jovencito, que puede ser mi hijo, se me acercó y llorando me agradeció, tiempo que aproveché para aconsejarlo que esté más atento cuando maneje. Él también me dio su número. Más tarde me comuniqué con el perjudicado y me dio las gracias diciéndome: “Yo le agradezco porque usted le salvó la vida a él, pero también me libró a mí de pasarme el resto de la vida en la cárcel o quién sabe dónde”. Esta historia, que de verdad parece vivirse en una ciudad fabulosa, se la cuento no para sentirme heroína ni nada que se parezca, simplemente para que reflexionemos con respecto a nuestras reacciones, pues con dos o tres minutos que nos tomemos en meditar sobre algo que nos molesta y afecta, podemos lograr mejores resultados tanto para quienes nos llevaron hasta ese punto como para nosotros mismos. No dejemos que la razón nos ponga tras las rejas.

Tags relacionados