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REALIDAD Y FANTASÍA

El subidón

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María Cristina de CaríasSanto Domingo

Llegó la factura de la luz. Emma la colocó al lado de mi plato de frutas que me había preparado para el desayuno. Abrí la factura confiando en que el monto por cobrar sería el mismo que acostumbro a pagar todos los meses. Emma y yo somos muy cuidadosas en cuanto a la electricidad se refiere. En casa solo están prendidas las luces en donde estamos en ese momento. Si salimos para otro lado, apagamos la luz y encendemos aquella del sitio adonde nos hemos desplazado. El calentador solo se enciende por 15 minutos, tiempo suficiente para entibiar el agua. El aire acondicionado se enciende por un rato, hasta que la habitación se enfría confortablemente, luego se apaga y se enciende el abanico. Todos los bombillos son de bajo consumo y los aires acondicionados son del tipo inverter. Con todo este control, hemos podido mantener la factura de la luz a un precio asequible. Miré la cifra que traía la factura nueva y el pedazo de fruta que tenía en la boca se me atragantó. ¡El monto era más del triple de lo que usualmente pago! Miré aquello varias veces por si acaso se había equivocado, pero no, allí estaba la estrambótica cifra. Luego del desayuno llamé a la compañía eléctrica y prometieron mandar a revisar el contador, advirtiéndome que de todas maneras tenía que pagar la factura. Efectivamente, revisaron el contador. Me enteré que la factura había llegado de esa misma manera, a todos los apartamentos de mi condominio, es decir, que la compañía eléctrica, había decidido elevar en un 300 por ciento el monto. Lo peor de todo es que estamos atravesando una época en que los apagones han arreciado despiadadamente. El sufrido pueblo dominicano no puede más con los abusos en su contra. Aunque el precio del petróleo ha bajado ostensiblemente, esto no se refleja en la canasta familiar. El dinero no alcanza, la clase media hace rato que ha descendido en el peldaño social. En casa no sabemos qué hacer, la disciplina y el ahorro parece que no sirven para nada

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