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COSAS DE DIOS

Si un sueño no se cumple

Hay sueños que no se cumplen. Por ejemplo, Julio quería ser sacerdote. De niño, se levantaba solo para ir a misa. Fue suya la decisión de bautizarse y escogió a su padrino con tal inocencia que la elección recayó en un vecino evangélico, don Cheo. Julio no recuerda el detalle pero asume que don Cheo se había bautizado antes de cambiar de iglesia porque no hubo ningún problema para que lo apadrinara. “Y él lo hizo con mucho amor”, comenta.

Su destino parecía decidido cuando se preparó, durante año y medio, con los sacerdotes salesianos, en Jarabacoa. Pero no le permitieron entrar al seminario. Si tus padres no estaban casados por la iglesia, no podías ser sacerdote.

El revés no mermó su convicción cristiana. Pasó a dirigir el coro de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe. Allí, una de sus miembros era una muchacha a la que todos llamaban Jacqueline, cuya formalidad impresionó a Julio. “Cada vez que iba a faltar, porque tenía que visitar a su familia en el campo, me escribía una carta. Decía: Señor director, le presento mis excusas porque no podré asistir al coro”. Julio se enamoró y, seis meses más tarde, se casaron. Tras dos décadas de matrimonio, y dos hijos, Julio César y Juliana María, Julio continuaba cerca de la iglesia. Tanto que un día, en la Parroquia el buen Pastor, el padre Manuel García se fijó en él y le dijo: “Quiero verte sirviendo en el altar. “El problema estaba en que, cada vez que me aproximaba, mamá Chicha no me dejaba subir”, cuenta Julio con una carcajada. Se refiere a una figura muy conocida, Mamá Chicha cumple con celo las órdenes del párroco, en ese entonces, monseñor Pablo Cedano. El padre Manuel insistía en que subiera al altar, pero mamá Chicha se mantenía en sus treces, hasta que, un día, monseñor Cedano le dio el permiso.

Luego, fue monseñor Cedano quien le preguntó si quería ser diácono. Julio aceptó, feliz. Pero, como cada vez que intentaba servir, se presentó un obstáculo, una situación ajena parecía manchar su historial. Aclarado todo, al fin, fue investido como diácono el 7 de mayo del 2016.

Ahora, puede casar, bautizar, bendecir, celebrar la palabra, administrar la comunión, asistir al obispo y al sacerdote. Tiene un negocio familiar, esposa, hijos casi profesionales y una relación excelente con su párroco, el padre Catalino Tejada. Al recordar su anhelo de ser sacerdote, Julio dice que el diácono es el único que aventaja a los curas, porque recibe un sacramento más. “Tenemos los siete sacramentos, nos podemos casar”.

De manera que, como dije al principio, hay sueños que no se cumplen. En esos casos, Dios nos tiene reservado un destino aún mejor.

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