Demos el cielo

Hace años un grupo de personas de mi pueblo organizó un paseo a la playa, que desgraciadamente terminó en tragedia. En una de las curvas de Mamey, el camión en que iban se volcó, murieron muchas personas y otras quedaron lesionadas de por vida. Entre las que fallecieron se encontraron dos hermanos, varón y hembra, hijos únicos de una muy preciada dama de la comunidad maeña que obviamente quedó devastada con su pérdida. Una vez que fui a visitarla me contó lo siguiente: Después de lo sucedido, sus ojos más que para ver solo servían para llorar esos dos hermosos hijos que Dios se llevó de una forma tan inesperada y triste. Pero una noche, más que un sueño tuvo una revelación en donde vio sus dos hijos en una pequeña isla ubicada dentro de un lago, solitos y con frío. Cuando ella les preguntó por qué estaban ahí, ellos les contestaron que ese lago se había formado con sus lágrimas y que no los dejaban llegar a su destino. Fue ese día que dejó de llorarlos y aceptó la voluntad de Dios. Recordando esta historia me hago eco del mensaje que nos diera el sacerdote en la iglesia Saint Michael de Newark este 12 de mayo: El que partió está feliz con el Señor, celebremos su vida alegrándonos de haberlo tenido, y demos el cielo a las personas que tenemos a nuestro lado. Permitamos que todo el que nos toque se vaya contento de haber compartido tiempo y espacio con nosotros. Demos el cielo en vida que despues de muertos de eso se encarga Dios.