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FÁBULAS EN ALTA VOZ

El prójimo no tiene etiqueta

El prójimo no es de allá ni de aquí. El prójimo somos todos. Amarlo como a sí mismo es el segundo mandamiento más importante. No tiene nada que ver con raza, religión, preferencia sexual, inclinación política... Simplemente es tu semejante sea de donde sea y como sea. El tema llega a esta columna por un comentario desatinado que hizo delante de mí una persona que, a pesar de su xenofobia, también es mi prójimo y respeto su criterio. Claro no lo comparto. “Ay, a mí no importa que el gobierno de Estados Unidos o cualquier otro acabe con gente de esos países que uno ni conoce”. Esa fue su expresión. Me molestó y, aunque quise contestarle, como no era conmigo, preferí hacerlo a través de estas líneas, pues como ella, sé que también hay otros que le ponen etiqueta a los demás. Para que quienes piensan de este modo tengan ideas más claras sobre lo que significa “amar al prójimo como a ti mismo”, los llevé a una ciudad fabulosa donde la igualdad reina por encima de todas las cosas. Allí no hay distancia que desgaste el respeto por la humanidad. No hay balanza que sopese quién merece más y quién menos. No hay dedos que señalen a los que no se ajustan a esquemas culturales, sociales, religiosos y de cualquier otra índole. El libre albedrío es el concepto que domina el comportamiento de los habitantes de este lugar fabuloso. Acogerse a él, es lo que permite que cada quien dé su cuenta cuándo y dónde deba rendirla, que precisamente no es ante la humanidad. Tener este concepto claro evita que se juzgue a los demás, y lo mejor, que se desee mal ajeno. Allí nadie atenta contra la vida de nadie. No importanta cuán poderoso se sienta un gobernante o qué tan armado esté su país la vida de los seres humanos tiene el mismo valor ‘aquí y en Pekín’ como dice el refrán. Visto el saludable y justo tratamiento de igualdad que se le da a la gente en aquella ciudad fabulosa, los invitados regresaron conscientes de que el prójimo no debe tener etiqueta. Todos somos iguales ante los ojos del Todopoderoso, que al fin y al cabo es el único que tiene el poder de disponer de nosotros en el momento en que entienda pertinente no importa que estemos aquí o allá.

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