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Viaje

Ermita, gruta y viacrucis al aire libre: un inesperado peregrinaje

La ermita en Puerto Rico se convertía en el primer santuario mariano extramuros. Luego se construirían la gruta y la iglesia.

Gruta. En medio de la naturaleza se levanta la gruta en honor a la Inmaculada Concepción.

Gruta. En medio de la naturaleza se levanta la gruta en honor a la Inmaculada Concepción.

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

Junto a la carretera 849 de Trujillo Alto, en Puerto Rico (aunque también tiene entrada por la carretera 876) hay un terreno arbolado sin edificio a la vista. En un camino interior ligeramente empinado, un letrero identifica la propiedad como Parroquia de la Gruta de Lourdes. Casi a diario mi hija Carmen pasa a su lado, pero desconocía hasta hace poco que aquí hay una gruta que tiene, además, una historia peculiar.

En lo que era una finca en el humilde barrio Las Cuevas, el seis de enero de 1925 fue bendecida una pequeña ermita dedicada a la Virgen de Lourdes. Los dueños de la propiedad, los esposos Ángel Rivero (hijo de padres canarios) y Manuela Boneta, agradecían así a la virgen los favores concedidos. Ella sufría de bocio y habían visitado el Santuario de Lourdes en Francia y rezado por su salud a la virgen de la gruta de Massabielle. La ermita en Puerto Rico se convertía en el primer santuario mariano extramuros. Luego se construirían la gruta y la iglesia.

(Como nota curiosa, en un periódico de esa época hay una foto de damas dominicanas que, junto a Federico Llaverías, asistieron a la bendición).

Estacionado el auto en un área con piso de tierra, caminamos por la zona de exuberante vegetación. Una placa en español, inglés y latín identifica cada árbol. Subimos la empinada pendiente hasta la casi centenaria ermita en la recoleta plazoleta de la Inmaculada con una fuente en su centro. Nos envuelve el susurro de los árboles y arbustos que el viento mueve. La ermita tiene la puerta abierta, pero la reja protectora está cerrada con candado. Podemos, empero, ver fácilmente su interior. ¡Es pequeñita!

(Una reseña de la inauguración, reproducida en la web de la Parroquia La Gruta de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, describe la ermita con techo de tejas de barro y una puerta con 30 clavos de bronce, mientras la pared del fondo tiene una gran estrella de cristales de colores, emplomados. El altar es tallado y su menaje de plata dorada a fuego procedente de París, mientras la cruz y la pila bautismal son de terrazo).

A seguidas nos dirigimos a la Gruta bajando por anchos escalones. Un cartel advierte: “Baje con cautela. Agarre el pasamano”. De pronto, junto a una gigantesca roca en un promontorio, entre piedras y un entorno de verdor resalta la gruta de la Inmaculada Concepción, con las estatuas de la Virgen y de Bernardette, la niña a quien se apareció en Lourdes. Un cartel pide no colocar velas en las piedras. A través de un altavoz nos llegan las palabras del sacerdote que celebra la misa en la iglesia, ubicada a corta distancia pero a un nivel inferior.

Descendemos hacia el templo, inundado de claridad y continuamos más atrás, hacia la naturaleza virgen donde rodeando la ladera de un monte llaman la atención varios conjuntos escultóricos: cada uno representa una estación del viacrusis. En sus respectivas bases llevan tallados los nombres de cada pareja de esposos que lo hizo realidad. La penumbra y el silencio, con excepción de los ladridos de un perro vecino, invitan a la reflexión.

Ermita. En la inaguración de la ermita en 1925 estuvo presente una comisión de damas dominicanas.

Campanario. Entre la iglesia y el camino del viacrusis resalta este extraño campanario.

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