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“Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos”

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Estamos celebrando la Semana de Oración por la unidad de todos los cristianos. “Para que todos sean uno; como tú, Padre.” (Jn 17, 21) Y es que al Padre nunca le ha gustado la división: “Les ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo; pónganse de acuerdo y no anden divididos. Estén bien unidos con un mismo pensar y sentir”. (1ra. Pablo a los Corintios 1, 10-13).

A esta semana se le llama: “Octavario por la unidad de los cristianos”. La Iglesia la celebra tradicionalmente a principios de año, especialmente del 18 al 25 de enero, conmemoración de la Conversión de San Pablo. Son unos días de súplica a la Santísima Trinidad, por la unidad de la Iglesia, por la unidad de todos los cristianos.

Es un escándalo frente a los no cristianos, contemplar la lucha que llevamos todos los que nos decimos que creemos en Cristo Jesús, por vivir cada uno nuestra propia ‘fe’, como si fuera lo más importante para mí, y no vivir conforme la fe de Jesucristo, el Señor, el que todo el tiempo deseó, que todos fuéramos uno con Él, como lo era Él con el Padre.

Eso lo vemos en la oración eucarística que Él hace en la última cena cuando ora: “Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como lo somos nosotrosÖ Pero, no te ruego solamente por éstos, sino también por los que creen en mí por su mensaje: que sean todos uno, como tú Padre, estás identificado conmigo y yo contigo; que también ellos lo estén con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.

Yo por mi parte, la gloria que tú me has dado se las dejo a ellos, para que sean uno como nosotros somos uno - yo identificado con ellos y tú conmigo - para que queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y que les has demostrado tu amor como me lo has demostrado a mí.” (Jn 17, 11; 20)

En el octavario por la unión de los cristianos pedimos por nuestros hermanos separados; hemos de buscar lo que nos uneÖ Junto a la unidad inquebrantable en lo esencial, la Iglesia promueve la legítima variedad en todo lo que Dios ha dejado a la libre iniciativa de los hombres. Por eso, fomentar la unidad supone al mismo tiempo respetar la multiplicidad, que es también demostración de la riqueza de la Iglesia.

Con este octavario, podemos dar un paso en este, identificarnos con los mismos sentimientos de Jesús. La Iglesia que es divina, es también humana, porque está formada por hombres y los hombres tenemos defectos, todos somos polvo y ceniza. (Ecclo 17, 31) Por nosotros mismos no somos capaces sino de sembrar la discordia y la desunión. Dios nos sostiene para que sepamos ser instrumentos de unidad, personas que saben disculpar y reaccionar sobrenaturalmente. Demostraría poca madurez el que, ante la presencia de defectos en cualquiera de los que pertenecen a la Iglesia, sintiese tambalearse su fe en la Iglesia y en Cristo.

La Iglesia está gobernada por el Espíritu Santo: Jesús tuvo 12 apóstoles, uno le fallóÖ El Señor funda su Iglesia sobre la debilidad- pero también sobre la fidelidad de unos hombres, los apóstoles, a los que promete la asistencia constante del Espíritu Santo. “Sin oración y sin conversión no hay ecumenismo” (San Juan Pablo II) y Paulo VI nos dice en su Evangelii Nuntiandi: “La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas.

¿No estará quizás ahí uno de los grandes males?... Él Evangelio que nos ha sido encomendado es también palabra de verdad. Una verdad que nos hace libres (Jn 8, 32) y que es la única que procura la paz del corazón: esto es lo que la gente va buscando cuando le anunciamos la Buena Nueva. La verdad acerca de Dios, la verdad acerca del hombre y de su misterioso destino, la verdad acerca del mundo. Verdad difícil que buscamos en la Palabra de Dios, y de lo cual nosotros no somos, lo repetimos una vez más, ni los dueños, ni los árbitros, sino los depositarios, los herederos, los servidores. Esto supone un amor fraternal siempre creciente hacia aquellos a los que evangeliza”.

(E.N. 77,78)

Pidamos a nuestra Madre María de la Altagracia, cuya fiesta acabamos de celebrar, que nos ayude a mantener la unidad de nuestra iglesia, y la de los demás cristianos para que pronto podamos ser un solo rebaño con un solo pastor. ¡Amén!

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