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COSAS DE DUENDES

El padre Franchy y la élite

Al padre jesuita Franchy Lluberes no le alcanzaron los brazos para acoger al grupo de niños que se le vino encima al finalizar el acto en su honor tras concluir su gestión de quince años como rector del Colegio Loyola.

A su espalda, una pancarta con su rostro rezaba: “Quince años de fe, amor y paz”. Así resumieron los profesores, alumnos y el personal administrativo, que durante todos estos años apoyaron su trabajo, la gestión de este religioso a quien conozco desde que ambos éramos niños. El padre Franchy es uno de los discípulo de la monja dominica Faustina Posada que en el Seibo, nuestro pueblo natal, enseñó a un grupo de jóvenes ayudar a los más humilde teniendo siempre a Dios como norte.

Para mí, este religioso es un hermano del alma que bautizó a mis hijos y ha acompañado a mi familia, como a muchas otras, en momentos de alegría y tristeza.

Pero a Franchy, que siempre encontró entre los necesitados la razón de su quehacer religioso, Dios le tenía un llamado inesperado, encabezar una institución a donde acuden alumnos privilegiados por pertenecer a la clase media y alta de este país y que parecen no necesitar nada. Al obedecer las instrucciones de sus superiores y el llamado de Dios, descubrió que el dolor no repara en posición social y que entre los que mañana van a dirigir, emplear y mandar a otros, también se hace urgente evangelizar. Y así lo hizo.

El colegio Loyola, el pasado lunes cuando el padre Franchy le decía adiós, ya ha sido declarado territorio de paz. Esto debido al trabajo de años de una política educativa basada en el perdón y la reconciliación. Lo que ha logrado Franchy, se evidenció e en ese acto, hecho para reconocer su trabajo incansable como rector innovador y religioso consagrado. Yo, desde las gradas, observaba a más de 800 jóvenes conversar, reír y, sin el menor viso de temor, expresarse sin que contemplara ni un solo conato de pleito pese a que debieron permanecer sentados más de dos horas.

De su lado, el padre Franchy, hasta el último minuto, buscó reconciliar y propiciar la paz restaurativa, la que respeta los sentimientos y la dignidad del ofendido pero también transforma al ofensor para que sea capaz de cambiar su comportamiento.

Formado como pocos educadores dominicanos, en gestión de centros académicos y como manejador de conflictos, Franchy entendió que esta etapa de su vida llegaba a su fin. Pero antes de marcharse, al entregar un obsequio al nuevo rector del Loyola, el padre Jorge Williams, Franchy pidió a los presentes que metieran en esa caja amor, cariño, colaboración y respeto para su sucesor.

El acto terminó y fue entonces cuando los niños se abalanzaron sobre ese religioso que, sin que lo sepan aun, ha sembrado en ellos la semilla de lo que serán mañana igual que lo hizo con nosotros la madre Faustina. Él les ha dejado el legado que les llevará a pertenecer a una élite, la de los mejores seres humanos.

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