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SALUD

La vida luego de una amputación

La capacidad de superar las adversidades y el apoyo familiar son fundamentales para que la persona se reintegre a una vida productiva.

La madrugada del 28 de octubre del 2016 cambió la vida de Ramón Berroa. Este hombre de 48 años, que combinaba su negocio de decoración con el trabajo como taxista, regresaba de llevar a un cliente a Baní cuando se quedó dormido al volante y se accidentó.

Tras un recorrido que lo llevó del hospital Juan Pablo Pina, en San Cristóbal, al Darío Contreras, en Santo Domingo, Berroa perdió parte de su pierna derecha.

“Doy gracias a Dios porque fue eso nada más. Peor habría sido matarme”, dice Berroa a menos de tres meses del accidente y previo a una de sus sesiones de fisioterapia en la Asociación Dominicana de Rehabilitación.

Sus palabras muestran su resiliencia, pero su capacidad para enfrentar la adversidad la debe también, según dice, a su familia.

“Ahora quiero a mi familia más que antes”, asegura.

Aparte de asumir los gastos de su tratamiento (Berroa no cuenta con seguro médico y los medicamentos recetados tras la amputación afectaron su estómago), su esposa y el resto de su parentela lo han apoyado a lo largo del proceso.

Este caso evidencia que, como dice el ortopeda traumatólogo Marcelo Puello Vales, la vida luego de una amputación “tiene mucho que ver con el entorno familiar”.

ADAPTARSE AL CAMBIO ¿Por qué es tan dolorosa, desde el punto de vista emocional, una amputación? “La persona conserva la vida, pero su vida va a cambiar, y va a cambiar de una manera que necesita una serie de adaptaciones”, asegura la psicóloga Rosa Mariana Brea Franco.

Ramón Berroa, por ejemplo, todavía no se ha reintegrado al mundo laboral, pero ya piensa en qué tipo de prótesis quiere, qué puertas tocará para obtenerla (cuesta entre 2,000 y 3,000 dólares, recursos de los que no dispone) y cómo se hará para volver a conducir.

También se toma un tiempo para reflexionar sobre su experiencia: “Uno ve la vida diferente. Las cosas son como la persona las tome”.

Recuperarse tras una amputación Detrás de toda amputación hay un objetivo urgente: salvar la vida del paciente. Cumplido este objetivo, la siguiente meta consiste en lograr que el individuo se reintegre a una vida normal y productiva.

Para ello, el equipo médico vela por la correcta cicatrización de la herida quirúrgica y por la maduración del muñón.

El cirujano -explica el ortopeda traumatólogo Marcelo Puello Vales- evita que la cicatriz quede de cara a la zona donde se colocaría, en el futuro, una prótesis. Así se evitaría el contacto doloroso.

En tanto que el fisiatra ayuda a acondicionar la parte que queda de la extremidad afectada. De ese modo, no solo mantiene la movilidad, sino que se alista para recibir impacto y peso, una función que no tenía originalmente.

Pero, de acuerdo con Puello Vales, la recuperación de este tipo de paciente depende más de la condición mental que de la física.

“Lo más importante -asegura- es evitar las secuelas mentales”.

Por eso, siempre que las condiciones lo permitan, la persona debe recibir preparación psicológica o psiquiátrica antes de la operación. Además, el cirujano necesita el consentimiento escrito del paciente o, en su defecto, del pariente más cercano.

Secuelas La pérdida de una parte del cuerpo representa un duelo. Y si a esa pérdida se suman circunstancias traumáticas, las consecuencias emocionales son más profundas.

Algunas víctimas experimentan tristeza, depresión e incluso irritabilidad. La familia, y de manera especial el cuidador principal, también puede sentirse muy afectada.

En opinión de la psicóloga clínica Rosa Mariana Brea Franco, especialista en intervención en crisis y duelo, varios factores determinan la respuesta de una persona ante este tipo de situación: su capacidad de resiliencia, el apoyo que reciba de sus seres queridos, su rol en el hogar, su edad y las circunstancias en que se da la pérdida.

Perder una extremidad probablemente tenga un impacto mayor en una persona joven y llena de proyectos, que no cuente con una buena red de apoyo, que sea el sostén económico y emocional de su hogar, que tenga una personalidad autosuficiente y psicorrígida o que no tenga la oportunidad de recibir orientación psicológica antes de la cirugía.

De todos modos, Brea Franco advierte que no se puede generalizar. No todos los individuos que pierden un brazo o una pierna caen en depresión.

“Hay que tener en cuenta los recursos del individuo”, expresa. “Cuando hablo de recursos me refiero a su personalidad, a cómo ha vivido situaciones difíciles en su vida, hay personas que son más fuertes, más resilientes o que tienen a su alrededor mucho apoyo emocional”.

Brea Franco y Puello Vales coinciden en que la persona necesita el apoyo de su entorno (eso incluye familia, amigos y compañeros de trabajo). Además, debe trabajar su autoimagen, ya que su físico ha cambiado.

La psicóloga considera que la sociedad necesita hablar más abiertamente de este tema y dejar de verlo como un tabú.

“Las personas expresan que les da miedo salir a la calle, porque los demás los pueden mirar con lástima”, agrega. “Eso les hace mucho daño”.

Al impacto emocional se añade el económico. El proceso que desemboca en la amputación implica en ocasiones grandes gastos para la familia. Por otro lado, aunque haya pacientes con una actitud positiva frente a este cambio tan drástico, no todos pueden acceder a una prótesis.

Miembro fantasma Luego del corte de una extremidad el paciente puede sentir que todavía la tiene. Experimenta dolor, hormigueo o punzadas.

El fenómeno, conocido como miembro fantasma, se presenta incluso en individuos que han recibido orientación psicológica antes de someterse a la cirugía. “Las primeras 24 a 72 horas son catastróficas para muchos pacientes”, señala Puello Vales.

Las terapias de manejo del dolor, el apoyo psicológico y los fármacos neuromoduladores contribuyen a reducir la frecuencia e intensidad de estos episodios de dolor neuropático.

¿A DÓNDE VA EL MIEMBRO AMPUTADO? En el 2016, en el Hospital Traumatológico Doctor Ney Arias Lora se realizaron 67 amputaciones, la mayoría de extremidades inferiores.

“Las amputaciones no forman parte de las políticas de prioridad del hospital; estas se realizan cuando ya no se tiene otra opción”, informó el centro a través de su departamento de Relaciones Públicas.

¿Qué se hace con la parte cortada? El departamento de Patología llena un acta de defunción para luego enviarla a un camposanto.

No fue posible obtener datos sobre el total de amputaciones practicadas el año pasado en el Hospital Docente Universitario Doctor Darío Contreras, el más importante centro traumatológico del país. El departamento de Relaciones Públicas informó, no obstante, que los miembros amputados son enviados al cementerio Cristo Redentor.

El ortopeda traumatólogo Marcelo Puello Vales explica que cuando la amputación se produce como consecuencia de un cáncer, la porción separada del cuerpo se envía al área de patología y se somete a una biopsia. Luego de tomar las muestras, el miembro debe incinerarse.

“Lamentablemente”, admite, “no todos los hospitales y clínicas poseen incineradora para esos fines y, por lo regular, se hace un acta de defunción y se manda al cementerio con el nombre del paciente, la patología, el número de cédula y eso lleva un ritual, desde el punto de vista legal, como si fuera un cadáver”.

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