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El peligro en nuestras calles

Hace días que escribí esta columna. Por alguna razón no la publiqué. Hoy la retomo reformulada porque el tema fue motivo de una conversación entre mi buena amiga Dashira Martínez y quien escribe. Me ha llamado poderosamente la atención, y por lo que me dijo, a ella también, ver cómo nuestra ciudad tiene calles tan lindas y acondicionadas, ideales para caminar, y sin embargo, no podemos hacerlo. Comentamos sobre la Churchill y sus atractivos establecimientos que perfectamente podríamos disfrutar durante una caminata amena en compañía de algún familiar, amigo o vecino. Pero no es así. Con todo y el esplendor que tienen ésta y otras vías de la ciudad, a menos que sea obligatorio, nadie se atreve a caminar por ellas. Aprovechando la grata compañía de Dashira, decidí invitarla a viajar hacia una ciudad fabulosa donde ejercitarse forma parte del diario vivir de las personas. Allí nos dejamos seducir por la magia de unas calles llenas de árboles, y desprovista de antisociales. No lo dudamos. Caminamos hasta que los pies protestaron, y la oscuridad nos recordaba que había que volver a casa. Era obvio que al tiempo de ejercitarnos con nuestra caminata también podíamos disfrutar de la vista de las diferentes vitrinas de los establecimientos que adornan las vías. En aquel lugar fabuloso, las compras se hicieron más placenteras como se hace en las grandes ciudades. Nada perturba la paz de quienes deciden caminar para ahorrar combustible o simplemente para ‘botar el golpe’. Es una delicia abrazar la brisa que nos regalan unos árboles bien cuidados y que se las juegan para hacer frente al calor que caracteriza el clima del lugar. Respirar el aire puro sin la pendencia de que en cualquier ‘ramita’ puede esconderse el peligro, es un alivio. En caso de cualquier amago, los efectivos de una vigilancia permanente se encargan de poner todo en orden. Así que para Dashira y para mí ha sido una experiencia maravillosa comprobar que sí es posible tener unas calles ornamentadas y vigiladas para que la gente se ejercite y se ponga en contacto con la naturaleza sin reparar en que la delincuencia acecha. Confiadas en que la seguridad ciudadana es posible, regresamos de nuestro viaje planeando juntarnos a caminar por las aceras de nuestras calles sin que peligre nuestra vida. Ambas esperamos que así como las autoridades se están concentrando en acondicionar la ciudad, también redoblen la vigilancia de una manera efectiva y definitiva. De lo contrario, tendremos que volver a viajar a una ciudad fabulosa para concretar nuestra caminata.

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