ELECCIONES PARA UN VIAJE

La Habana, una buena opción

Avatar del Listín Diario
Juan Eduardo ThomasLa Habana, Cuba

Hay una cosa en particular que atrae los turistas a La Habana, la capital de Cuba: conocer y entender cómo funciona una sociedad fuera del sistema capitalista, el régimen de producción de tradición en América.

Y junto a cada visitante la premura que ha desatado el deshielo en las relaciones con Estados Unidos, que les bloqueó económicamente en 1960, como si el sistema que ha construido el pueblo cubano en los últimos 56 años se fuera a desmoronar de la noche a la mañana.

A cada par de pasos los turistas encuentran la sonrisa de los lugareños, bonachones y felices, ataviados en la necesidad del trabajo de servicios, que bien pueden servirle de taxista como de guía, o de cantante de son a profesor de la historia reciente.

Desde el pasado viernes la Revolución Cubana vive sus primeros días sin Fidel, su genio y configurador, el emblema que creó el misterio que todos los visitantes quieren descifrar, pero que es invisible a las visitas cortas.

La Habana y sus calles tienen mucha historia, incertidumbre por el futuro cercano y muchas sonrisas de viajeros y locales, que de seguro se seguirán cruzando en el camino, más a menudo de lo previsto. La Habana, al igual que ayer, sigue siendo una buena opción.

La noche es fresca y la legión de turistas, nacionales y extranjeros, son incapaces de hacer silencio ante el paso del cortejo que lleva por orden resguardar la villa. Un sonoro trabucazo es señal, a las 9:00 en punto, de que nadie puede entrar o salir del recinto. Es 2016 aun en el calendario, pero la representación de “El Cañonazo”, tradicional de la época colonial, no deja de asombrar a los presentes cada noche.

Ese sonido bien servía en la época colonial para cerrar labores, aunque puede que ahora, cuando el estruendo de la salva resuena en gran parte de la ciudad, sea el indicativo de la mediana noche, cuando los habaneros se dejan caer por sus calles.

A unos kilómetros de la fortaleza colonial San Carlos de la Cabaña, donde se desarrolla la representación, se levanta en el barrio El Vedado, sobre un saliente costero de Punta Brava, el Hotel Nacional de Cuba. Y en sus jardines, dos de sus más bellos atractivos: la panorámica al malecón de La Habana, hasta donde se pierde la vista, en el Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, y junto a las trincheras, que fueron construidas como preparativos a una posible invasión estadounidense a comienzos de 1960 con la crisis de los misiles.

Ese recorrido por sus trincheras, con el halago y exhibición de fotos y planos que adentran al visitante en la crisis política que amenazó con traer una guerra mundial a América, es importante para entender mucho sobre el orgullo del cubano residente en la isla. Sentimiento que apreciamos con la expresión: “Los valientes hemos sido nosotros que nos quedamos y hemos dado la batalla desde aquí”, dice Arlina Cabral, empleada pública, quien con esas palabras, abunda en una discusión en la que no entraremos, aquella que forja las tantas discusiones entre quienes han emigrado, con los residentes en la isla.

Al final, el atractivo que todos buscan en sus paseos, el paseo colonial más amplio de toda la región, con dos kilómetros (el doble que Santo Domingo): la Habana Vieja, el más antiguo de los espacios de la capital cubana, y probablemente uno de los sitios más llamativos para las mentes arquitectas. Con su halo de historia y cultura.

Tags relacionados