“Depresión postvacacional Vs. cuento chino”

“Si estás desorientado y no sabes que trole (autobús) hay que tomar para seguir”, como dicen los versos del famoso tango “Desencuentro”Ö entonces, amigo lector, usted posiblemente esté padeciendo el “Síndrome de depresión postvacacional”, es decir, ese período de atontamiento, somnolencia, languidez y demás sustantivos que inducen el irrefrenable deseo de encadenarse a una hamaca, piña colada en una mano, librito veraniego en la otra, a observar la epidermis ardiente de tantos turistas incautos friéndose al sol.

Descubrí el concepto hace unos años durante mi primer día de trabajo en una radio de Madrid. Llegué pletórica, dispuesta a realizar los más concienzudos reportajes e, incluso, llevarle el café a todos mis compañeros ¡Y allí estaban ellos! Con cara de asistir al funeral de un enemigo: la mirada perdida, el cuerpo laxo y los ojos hinchados. Intercepté a la menos zombi y le pregunté cuál era la razón de tanta mala onda en aquella redacción. “Aquí nos llevamos genial, sólo se trata de la depresión postvacacional”, me explicó y yo me dediqué a monitorear la depresión colectiva que se extendió hasta el puente de diciembre.

Así que, queridos lectores, les invito a conspirar contra tanto aprovechado que se inventa una depresión para trabajar menos y mal a la vuelta del verano. Porque, si regresar a la rutina les resulta tan tormentoso, es preferible que se organicen unas vacaciones más aburridas que sentarse a ver crecer la grama y vuelvan al trabajo sin nada que contarÖ ¡Ni siquiera un cuento chino!

Hasta la próxima y ¡salud, que belleza sobra!