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COSAS DE DUENDES

Recuerda la niña

En los pasados juegos olímpicos celebrados en Río de Janeiro, la atleta española Carolina Marín ganó la medalla de oro en Bádminton, un deporte parecido al tenis que se practica en una cancha mucho más pequeña. Pese a que había llegado a Brasil como la favorita, y avanzado sin contratiempos a la final de su disciplina, en el momento cumbre de la competencia, el último partido, Carolina parecía haberse derrumbado.

Su rival, la egipcia Shindu Pusarla, tomó la delantera dando la vuelta al marcador, que en principio favorecía a Marín. Ante la situación, durante el descanso, el entrenador de la española, Fernando Rivas, se acercó a conversar. Marín le dijo: perdí el set. Entonces, Rivas le respondió que el partido no había terminado.

Y le pidió que recordara a la niña de 14 años que había llegado a su gimnasio para jugar bádminton y los sueños que aquella niña tenía.

El hambre de ganar, la certeza de que lo conseguiría. Aunque, en principio, Marín se mostró algo agobiada por el discurso, a partir de ese momento, la atleta pareció recobrar su fuerza. Carolina Marín volvió a dominar el juego y, como dije antes, ganó la medalla de oro. Encontró la fuerza y la determinación que necesitaba al evocar los sueños, la ambición, de una época en que nada nos parece imposible. Fue una buena estrategia del entrenador. Recuerdo que, a esa edad, yo quería ser estrella de Hollywood. Como esta deportista, si cada uno de nosotros hurga en el niño o la niña que fue, encontrará metas para las que quizás contamos con las condiciones necesarias que nos permitirían alcanzarlas, hasta que dejamos de creer que esto era posible. Y así, cambiamos el sueño del doctorado imposible, por la licenciatura al alcance de la mano. El trabajo anhelado, por el que conseguimos. La pareja que nos complementaría de verdad, por aquella a la cual nos acostumbramos.

Negociamos con nosotros mismos nuestras expectativas hasta reducirlas a lo que se puede. Quién sabe si lo que necesitamos es un entrenador que nos recuerde aquella adolescente de 14, 15 o 16 años que fuimos para que recuperemos la fuerza necesaria y la determinación que nos permitirá conquistar lo que, en verdad, deseamos. Tratemos de no fallarle a esa niña o ese niño que dejamos atrás y vamos a perseguir sus sueños. Lo imposible es aquello que nunca intentamos, si no me cree, pregúntele a Carolina Marín que llegó a España con su medalla de oro colgada en el pecho.

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