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Exposición

Un sello personal que busca dejar un legado familiar

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Virginia Goris / Especial para LDSanto Domingo

Cuando un maestro como Manuel Montilla realiza una exposición que recoge 150 obras en las técnicas de pintura, dibujos, grabados y esculturas es algo para admirar. Bajo el título de “Antológica”, el artista muestra al público su colección personal, que es un legado familiar. Es que quiere decir al público y a los coleccionistas, que por más de treinta años, ha investigado, ha pintado y ha dejado su corazón en el universo mágico de su producción visual.

Emplazada en los dos pisos de la Galería Nacional de Bellas Artes, el maestro del signo, de la trasparencia y el derroche coloristico, vuelve a reconfirmar su valía, con la magia de su factura surrealista, con la trascendencia de sus composiciones, con la perfección de sus trazos y con el mensaje elocuente de su ser caribeño. Trata en sus obras el eco de sus ancestros, en el trepidante movimiento, con sus guiños titilante, evocador de las emociones que aloja el artista, al enfrentar su soporte creativo y regalarnos lo mejor de su trabajo visual.

Por primera vez en Bellas Artes, el artista polifacético, expone sus obras realizadas en el periodo de tiempo entre 1965-al 2015, y es una especie de ruta emocional, que nos conecta con una evolución técnica y temática. Recogida e investigada cronológicamente por su esposa Natid, que más que compañera, es una admiradora constante, quien da a ese ser maravilloso, humano, solidario y magnifico creador que es Manuel Montilla, un maestro humilde, callado, una personalidad que con su consorte realiza un ritual de asistente a todas las muestras, de sus colegas artistas.

En su exposición en el Centro Cultural Mirador: “Encuentro con la vida,” decíamos, de éste: “Dotado de un espléndido pulso pictórico, de una factura detallista y luminosa, de unas formas que recrean su visión cósmica de la creación, con un empaque surrealista, ampliado por imágenes del realismo mágico y las más sorprendentes formulaciones telúricas y oníricas, donde el dios Morfeo merodea y deja sus estampas del delirio, ensueño, fantasía, espejismos y desvaríos. Alojando en un escaparate visual que se puebla de señales reconstruidas y provenientes a sus orígenes culturales.

Entre esas referencias ancestrales, que deja estampada en sus obras, recoge los instrumentos musicales como la tumbadora, flautas, tambora, así como caretas o máscaras del carnaval dominicano, y animales como el buey, pájaros, figuras geométricas, y la rueda, de manera especial, para sus imágenes.

UNA TRAYECTORIA QUE SE AFIANZA EN LOS AÑOS Mujeres recreadas, valoradas al cenit del universo de Montilla son un símbolo esencial de todos sus abordajes estilísticos y técnicos. Proveniente de la generación del 70, donde aquirió conocimientos de los maestros fundamentales en la Escuela Nacional de Bellas Artes, se ha convertido hoy en la expresión de la madurez con su ejercicio pictórico y sus estudios especializados.

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