Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

COSAS DE DUENDES

Un cobrador vestido de médico

A una beba recién nacida le agradezco haber cambiado mi óptica sobre la Maternidad la Altagracia. Esta bebita es la hija de una persona cercana a mí y cuyo parto se presentó de emergencia en el sexto mes de embarazo. Un día, sin previo aviso, mi amiga rompió fuente y se dirigió al doctor y a la clínica donde, hasta ese momento, se había atendido. Tras una sonografía, se comprobó que la madre estaba perdiendo el líquido amniótico y que sería necesario madurar los pulmones de la criatura para practicar una cesárea de emergencia. Como imaginarán, mi amiga estaba en cama. Ante su lecho de enferma, se presentó el médico para hablarle de cuánto debía pagar por la permanencia de la niña en una incubadora, algo que lucía ineludible. Sin poder moverse, esta paciente trataba de solucionar por teléfono el asunto con su seguro médico. En la prestadora de servicio le dijeron que para su hija había una cobertura de un millón de pesos. Pero el galeno y la clínica, pese a estar inscritos en la aseguradora, le requirieron un depósito porque, según el doctor, los cuidados de la incubadora eran más costosos que lo que pagaba la ARS. En fin, que el ginecólogo le sugirió a su paciente, con el útero abierto, su traslado a la maternidad. Creo que, después de todo, fue lo único correcto que hizo. La directora del hospital, doctora Joselyn Sánchez, acogió a esta mujer en una situación tan delicada. Allí le brindaron todas las atenciones que necesitó. Esperaron el tiempo necesario para el nacimiento de la bebé. Le aplicaron los medicamentos para madurar los pulmones y, además, ocurrió el milagro de que la niñita nació por vía normal, no fue necesario practicar una cesárea. Como la madre no llegó a desarrollar las glándulas mamarias, disfrutó del privilegio de que su hija fuese amamantada con leche materna de otras mujeres en el banco de leche del hospital, porque allí no se permite que los recién nacidos tomen fórmula. La beba, además, pasó en incubadora el tiempo que necesitó. Ahora ambas están en su hogar. Mi amiga es una madre agradecida del hospital y todos los que la queremos también estamos agradecidos. Su caso, claro, vuelve a evidenciar que muchos médicos regatean con los pacientes, como si fuese en un ventorrillo, los precios que no son capaces de hacer que les paguen las aseguradoras. Por suerte, esta vez hubo un final feliz: la madre y la hija recibieron una atención como en la mejor clínica pero sin el estrés de tener un cobrador vestido de médico persiguiéndolas.

Tags relacionados