No creo en órdenes de alejamiento

Una tristeza profunda siento cada vez que leo, escucho o me entero por cualquier otra vía de un hecho de muerte a causa de la violencia intrafamiliar. No me refiero propiamente a los feminicidios, pues también hay cifras de hombres que mueren a mano de su pareja. Me duele en sentido general que un humano pierda la vida, sobre todo a mano de un ‘ser querido’. Pero no solo me entristecen estos hechos. Me llena de rabia e impotencia que la forma más cómoda de ‘salvaguardar’ la vida de algunas de estas personas sea una fría orden de alejamiento. ¿Quién ha dicho que la ira, los celos, las emociones, la rebeldía y el instinto asesino se controlan con un papel? Indignada con la vulnerable forma de ‘proteger’ a quién está en peligro, me marché por un instante a una ciudad fabulosa donde tienen bien claro que un pedazo de papel no detiene a una persona agresora. Cuando una mujer o un hombre ponen la denuncia de agresión por ante un fiscal, este estudia el caso a profundidad. Hay entidades que acogen a quien está en peligro y, mientras se realizan las investigaciones y se establecen las medidas a tomar, le mantienen a salvo. Como por lo regular la mujer es más propensa a ser la víctima, en ese lugar fabuloso existen diversos centros de acogida para ellas y sus hijos si tienen. Allí reciben atención de calidad y disponen de una vigilancia permanente. También los hombres tienen una institución que los alberga en caso de necesitar protección. Está divida en dos fases: para los que son víctimas, y para los que necesitan rehabilitación para controlar la ira. Tanto para ellas como para ellos hay disponible un programa de educación que es el que le ayuda a que la tolerancia, el respeto, la comunicación, la unidad y el amor reine en el seno familiar. Por eso allí no hay cifras de casos lamentables como los que abundan en nuestra amada República Dominicana, donde quieren disminuir las escandalosas cifras de casos de violencia intrafamiliar con una simple orden de alejamiento.