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CIUDAD COLONIAL

Historia de una morada de honor

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Mayra Pérez CastilloSanto Domingo

La riqueza arquitectónica del Panteón de la Patria hace honor a los hombres y mujeres cuyos restos descansan en él. Importantes propósitos se han llevado a cabo en su estructura construida para 1745 con estilo neoclásico, durante el período conocido como el Siglo de las Luces, época en la que funcionó como templo y aula magna de la Real y Pontificia Universidad de Santiago de la Paz, hasta 1767 cuando los jesuitas fueron expulsados por ordenanzas del rey de España Carlos III de todos los territorios del reino, de los que La Hispaniola no fue la excepción.

Años más tarde, de 1792 a 1798, pasa a ser la capilla del Seminario Real y Conciliar de San Fernando. A partir de la fecha se ocupó para varios usos ya no tan solemnes. A principios del siglo XX funcionó el Teatro La Republicana que más tarde se trasladó para las actuales instalaciones del Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA).

Fue durante el gobierno de Rafael Leonidas Trujillo que se determinó que fuera la última morada de personajes ilustres de nuestra historia.

Exactamente el 2 de junio de 1956 fue consagrado mediante ley con el nombre de Panteón de la Patria y no Panteón Nacional como erróneamente se nombra. La orden respondió a la necesidad de acoger, en un ambiente de solemnidad, religiosidad, amor y veneración, los restos de figuras que merecen el reconocimiento eterno de la República Dominicana.

Restos del mausoleo Honra. El Panteón de la Patria hace honor a una significativa cantidad de próceres dominicanos, como independentistas, restauradores, mártires, presidentes, escritores, poetas, músicos y educadores.

La mayoría con epitafio y la minoría con cenotafio. El epitafio es una lápida recordatoria con un cadáver.

Dentro de los que aquí yacen con tal particularidad están los presidentes: Ulises Francisco Espaillat, Francisco Henríquez y Carvajal y Francisco Gregorio Billini.

El general Gregorio Luperón, Emilio Prud Homme, autor de la letra del Himno Nacional; Los generales: Santiago Rodríguez, Juan Sánchez Ramírez y José Antonio Salcedo, entre otros.

En calidad de cenotafio, que es una lápida recordatoria de una tumba sin cadáver, por lo que al final dice “a la espera de sus restos”, ocupan la menor cantidad, está Benigno Filomeno de Rojas primer presidente después de restaurada la República y cuyos restos nunca fueron encontrados.

También el coronel Francisco Caamaño Deñó y el general Timoteo Ogando Encarnación.

Figuras femeninas Las mujeres que han marcado la historia también reposan en el que una vez fue el Templo de San Ignancio de Loyola.

María Trinidad Sánchez, Socorro del Rosario Sánchez, Salomé Ureña de Henríquez, Concepción Bona y Balbina de Peña viuda de Sánchez

Rituales del monumento Visita. El Panteón de la Patria funciona como museo desde las 8:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde, de martes a domingo.

En 1994, en ocasión de conmemorarse el Sesquicentenario de La Independencia se creó la Guardia de Honor de todos los institutos castrenses, que hasta hoy ejerce su función y a la vez es un atractivo de los visitantes de todas las edades. Sobre la alfombra roja, delimitada por banderas nacional (por reglamento no pueden ser tocadas bajo ningún motivo), desfilan vestidos de gala y con pasos de firmeza, desde la entrada principal hasta llegar a la Lámpara Botiva.

Al mediodia suenan las notas del Himno Nacional. Es una normativa que todos los que estén presentes en ese momento detengan sus pasos y callen, en actitud de entera reverencia.

Frente al altar está la Rosa de los Vientos: Norte, Sur, Este y Oeste; y en el centro, la llama que es la gloria eterna de los que formaron la nación, la cual se mantiene encendida con aceite de coco.

La llama nunca debe apagarse porque simbolizaría el riesgo a la Patria. Todos los últimos lunes de cada mes se celebra una misa conmemorativa.

Representación artística del cielo y el infierno Belleza. La cúpula del Panteón de la Patria es sin duda una obra de arte; que incluye arquitectura y pintura. Al final de lo que figura ser el pasillo de la entrada, al mirar hacia la cúspide se aprecia el mural, obra del arquitecto Rafael Pellicer en el que recreó “Ascensión a los Cielos” y “El Juicio Final”.

En las paredes hay cuadros colgados, cuyas pinturas pertenecen a un libro autoría de José Chez Checo, sobre la historia dominicana por lo que cada vitrina ubicada en el edificio exhibe un fragmento de los acontecimientos ocurridos en esta parte de la Isla de Santo Domingo, desde La Trinitaria hasta el momento de la Independencia.

Ya sea al salir o al entrar no se puede perder la experiencia de apreciar gárgolas que reposan sobre las columnas y en la parte central de la cima la campana, en ambos lados las imágenes de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier,su discípulo. Aquí también es enarbolada la Bandera Nacional.

Expulsión de los jesuitas Contexto. El Siglo de la Ilustración resalta por el despotismo ilustrado, en el que el monarca busca aplicar las nuevas ideas de la ilustración y se deja asesorar por personas calificadas. En el plano estético, se expresa a través del neoclasicismo y de allí el estilo neoclásico del Panteón de la Patria, explica María Teresa Ruiz de Catrain.

En España gobernaba Carlos III, quien aplicó una serie de reformas que se vieron empañadas por las guerras del momento, principalmente con Inglaterra, la que perseguía apropiarse de territorios españoles y franceses en el Nuevo Mundo. Las guerras obligaban al monarca a aumentar los impuestos y a tomar medidas que disgustaban a la población como el aumento de los cereales. Comienzan los rechazos a distintas medidas como el cambio de vestuario y a los ministros italianos del Rey.

Explica que se escenificó entonces el motín de Esquilache, que según sus asesores, puso en peligro la vida del Rey y acusaron de figura intelectual a los Jesuitas pues circulaban pasquines escritos por hombres cultos que podían incitar las masas. Se nombró una comisión que determinó la culpabilidad del grupo religioso por cargos de enriquecimiento extremo, influencia en la política de la iglesia, apoyo incondicional al Papa y, naturalmente, de incitadores del motín.

“Otro tema, aún más grave y delicado, fue la cuarta ordenanza de los Jesuitas que podría, en caso necesario, ignorar la figura del Rey. Medida inmediata fue la expulsión de los Jesuitas de España y todo su reino”, dice.

El Panteón de la Patria Desde 1994, José Delmonte Peguero está frente al Panteón de la Patria, pero desde siempre ha sido un hombre celoso del honor nacional, por lo que no tolera que se mencione erróneamente un nombre tan significativo como el que lleva el monumento que dirige y cita la ley 25-2000 que lo avala: “Para que donde quiera que en cada uno de ellos aparezca el nombre de Panteón Nacional se lea Panteón de la Patria”.

Luego de hacer la aclaración, se remonta a los inicios del particular cementerio. A partir de 1956, que se promulgó la ley por Héctor Bienvenido Trujillo Molina, presidente de la República en esa época, que ordena restaurar el edificio que en aquel momento fungía como almacén de Aduanas, localizada en lo que es hoy el Hostal Nicolás de Ovando.

Sentado en su despacho trae a la memoria con pasión cada detalle: El dictador Trujillo gestionó que su homólogo en España, Francisco Franco, le cediera un restaurador para tales fines, quien además remozó el Alcázar de Colón.

Respecto a Pedro Santana, primer presidente constitucional de República Dominicana, a raíz de la independencia, Delmonte dice que: “Santana fue la espada de la independencia y a quienes los haitianos le temieron, pero cometió un error por el que aún muchos lo juzgan solo a él, pero te puedo asegurar que el autor intelectual del grupo de su gobierno fue Tomás Bobadilla y Briones. A él lo hicieron firmar un documento que los otros sabían lo que decía pero él solo buscaba un protectorado de España y no una anexión que fue el resultado, que no fue hasta después de la llegada de los militares cuando se da cuenta de la realidad”.

Expresa que fue el expresidente Joaquín Balaguer, quien autorizó el traslado de sus restos, alegando que “por su alto sentido de justicia hasta el mismo Juan Pablo Duarte lo hubiese aprobado”.

Santana fue “el escudo de la Independencia Nacional”.

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