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COSAS DE DUENDES

A nosotros

Hecho de menos a profesionales que no sólo cumpla con el horario, sino también con las funciones para las que les pagan. Personas honestas. Empleados y patrones en cuya palabra se pueda creer. Busco un plomero, un mecánico o un ebanista que termine de hacer su trabajo con el mismo ánimo que muestra cuando lo contrato y antes de pagarle. Que sepa lo que hace. Que no vea en mí a la siguiente incauta que engañará. Que se gane cada centavo que recibe pero, además, que cuando salga de mi casa se haya ganado, también, mi confianza. Aspiro a encontrar un empleado que esté pensando más en complacer mis necesidades, que en la propina que recibirá. Que no sea el vehículo en que me vea llegar, o la ropa que llevo puesta, que lo vuelva diligente y deseoso de atenderme. Clamo por más médicos que escriban recetas pensando en sus pacientes y no en los laboratorios que fabrican los medicamentos. Ingenieros que, si viene un terremoto, permanecerían en los edificios que ellos construyeron sin temor. En fin, convoco a que nos miremos como trabajadores y nos preguntemos si lo que hacemos cada día en la oficina es lo mejor que podemos hacer. Si cumplimos con las expectativas de quien nos contrató, si nosotros también nos ganamos su confianza. Si, llegado el momento y partiendo de lo que hemos hecho, nos volverían a llamar. Y a quienes tienen el privilegio de emplear a otros, les pregunto si quienes dependen de ellos para vivir reciben lo que les toca. Si no queda en sus bolsillos al menos una moneda que debería ayudar al bienestar de sus subalternos. Y pregunto a todos, si cuando nos sentamos en la mesa, unos y otros, hablamos con la verdad, sin secretos ni maldades ocultas. Si los empleados podemos confiar en los patronos. Si los patronos pueden confiar en los empleados. Si estamos mirándonos como lo que somos, seres humanos necesitados los unos de los otros. Y si usted en este momento está pensando que tengo la razón porque quien se sienta del otro lado de la mesa no es honesto, su patrón o su empleado, debo aclararle que este escrito no es para él, es para usted. A quien convocó a dar lo mejor de sí en lo que haga, a no apropiarse ni de un céntimo que no le corresponda, es a usted porque el otro tal vez no me esté leyendo pero usted sí. A quien llamo a merecer la confianza recibida no es al otro es a mí, a usted, a nosotros, a todos los que pisamos esta tierra bendita.

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